Si viviera Voltaire

Para la inauguración del año académico, el Rector de una prestigiosa Universidad europea invita a un reconocido teólogo que ha sido profesor de las Universidades de Frisinga, Munich, Bonn, Münster, Tubinga, Ratisbona, y que además, ha conocido personalmente a los más destacados intelectuales del siglo XX, con quienes ha sostenido largas horas de conversación a pesar de que muchos de ellos no comparten sus creencias teológicas o filosóficas. El profesor, que ha dictado cientos de lecciones y discursos en universidades de todo el mundo prepara un texto en el que insiste en la necesidad de la verdad para la cultura occidental, en que se valorice el papel de la razón humana y su relación con la fe, y en que no se trata de imponer la religión pues ésta solo se puede acoger en libertad. Como es un erudito que conoce buena parte de las corrientes intelectuales de nuestro tiempo, en su texto hace mención de filósofos no creyentes –como Rawls y Habermas– para destacar puntos comunes de diálogo, pues ellos también reconocen la importancia de la inteligencia humana.

Sin embargo, en éste enorme claustro de casi cinco mil profesores, un grupo de sesenta y siete de ellos envía una carta en la que se oponen a la visita del teólogo porque en 1990 en ésa misma Universidad había citado a un filósofo de la ciencia agnóstico que planteó que en el caso de la Galileo la Iglesia actuó con más racionalidad que el científico italiano. La referencia está sacada de contexto, pero sirve para manipular la situación y dar la impresión de que la negativa profesoral es válida. Como si la paradoja no fuera suficiente, el mismo personaje denostado promovió personalmente la rehabilitación del astrónomo en el Vaticano.

La protesta instigada por los profesores se sale de las manos, y el expositor prefiere declinar la invitación para no generar mayores conflictos. Se impone la beligerancia y el ánimo crispado de quienes no quieren escuchar voces diferentes a las suyas, de quienes no están dispuestos a dejar hablar a alguien que podría cuestionar los fundamentos de sus convicciones. Curiosamente se dicen liberales, tolerantes, laicos.

Lo que describo, ocurrió en éstos días en la Universidad “La Sapienza” de Roma, y el personaje en cuestión es el Papa Benedicto XVI quien, en su esfuerzo por encontrar puntos de diálogo con aquellos que no profesan la fe cristiana ha apelado nuevamente al poder de la razón, del entendimiento, de la comprensión de la realidad. Sin embargo, como ocurrió el año pasado en Ratisbona cuando una mención a un emperador que cuestionaba la violencia del Islam le valieron amenazas de muerte, ésta vez también se ha encontrado con unas mentes crispadas y enfurecidas, dispuestas a no escuchar. En su momento la situación pareció comprensible pues se trataba de los sectores radicales del Islam convenientemente manipulados por líderes políticos. Sin embargo, ahora se trata de Europa, cuna de la civilización racional.

Al parecer, los fundamentalistas no están únicamente en el Medio Oriente sino más cerca de lo que pensamos, entre nosotros, en ésta cultura laicista que se dice libre y tolerante pero que con frecuencia niega a algunos el derecho a tener convicciones y expresarlas en público.
Seguramente, si viviera Voltaire, se habría acercado a los enfurecidos universitarios y les habría dicho que estaba dispuesto a luchar hasta la muerte para que pudieran decir lo contrario de lo que él pensaba. Pero, ¿harían ellos lo mismo?

Arequipa, 19 de enero de 2008.

Comentarios

Samuel Escobar C dijo…
Bueno, me atengo a la conclusión de EINTEIN ALBERT: "Es comprensible que desde siempre la Iglesia haya combatido la ciencia y haya perseguido a sus adeptos" en su obra "Mi Visión del Mundo". Es que aceptar al mencionado Papa es comulgar con la "Santa Inquisición" que El restablecería en la medida que pudiera hacerlo.

Entradas populares