¿Laicos beligerantes?
Unas dos millones de personas se reunieron en la Plaza Colón de Madrid el pasado domingo en un acto que tenía como propósito la defensa de la familia. Lo curioso es que tal acto ha provocado una tormenta política en España.
Como en los últimos años se ha aprobado una modificación al Código Civil que introduce las uniones homosexuales –que supone un replanteamiento del matrimonio y de la familia– era difícil que en el acto nadie se remitiese críticamente a tal iniciativa. Como el gobierno del PSOE ha promovido unas iniciativas legales que restringen la enseñanza de la religión en los colegios, la hace una asignatura no obligatoria, y además la sustituye por una suerte de adoctrinamiento de la religión civil –“Educación para la ciudadanía”–, poco probable parecía ser no escuchar referencias a ello. Asimismo, dado que está vigente la ley del divorcio express, la cual en el fondo facilita y acelera la ruptura del vínculo matrimonial, era poco probable que no se hicieran críticas a la misma. Por si lo anterior fuera poco, como además en España el aborto es legal en algunos casos y bajo ciertos supuestos desde hace dos décadas –lo que supone contradecir el derecho a la vida– era difícil no referirse críticamente al tema.
A mí me parece muy lógica la crítica a tales medidas desde los sectores católicos de la sociedad española. Políticamente, me parece saludable que tales expresiones no se reduzcan al ámbito íntimo de las conciencias y se manifiesten pacíficamente pues se sitúan en un contexto político es democrático.
Lo que me parece desconcertante es la irritación del actual Partido de Gobierno. Han dicho que los Obispos deben rectificar porque han mentido en sus críticas a la democracia española. El periódico oficialista –El País– ha interpretado la manifestación del domingo como rezagos de confesionalismo, muestras de nacional catolicismo y un apoyo de la Iglesia a la campaña del PP.
Como no soy español, no me siento en la necesidad de alinearme con alguna de las dos posturas partidistas. Más aún, creo que es propio del laicismo politizar todo para dejar de lado las cuestiones de fondo de los asuntos públicos.
A mí todo esto me suena a un alboroto que se explica porque se han cuestionado los principios básicos del laicismo: La democracia porque cuando se reúnen dos millones de personas tienen derecho a ser escuchadas en el debate público. Los derechos humanos porque es válido que lo que para algunos son avances progresistas y tolerantes de los derechos, a otra porción significativa de la sociedad le parezca más bien todo lo contrario. La libertad, porque al negarse a escuchar las críticas y opiniones disidentes, el gobierno español refuerza la idea de que el laicismo que promueve es sectario, ideológico y beligerante.
Solo en los gobiernos totalitarios las decisiones del gobierno son absolutamente incuestionables, y quienes se atreven a hacerlo son exiliados, fusilados o sencillamente silenciados.
Me temo que algo de eso hay en el laicismo de la Moncloa, y que hoy en día, la presión mediática se ha convertido en un eficaz medio de propaganda de las verdades oficiales.
Arequipa, 2 de enero de 2007.
(Publicado en El Colombiano, Medellín, 7 de enero de 2008).
Como en los últimos años se ha aprobado una modificación al Código Civil que introduce las uniones homosexuales –que supone un replanteamiento del matrimonio y de la familia– era difícil que en el acto nadie se remitiese críticamente a tal iniciativa. Como el gobierno del PSOE ha promovido unas iniciativas legales que restringen la enseñanza de la religión en los colegios, la hace una asignatura no obligatoria, y además la sustituye por una suerte de adoctrinamiento de la religión civil –“Educación para la ciudadanía”–, poco probable parecía ser no escuchar referencias a ello. Asimismo, dado que está vigente la ley del divorcio express, la cual en el fondo facilita y acelera la ruptura del vínculo matrimonial, era poco probable que no se hicieran críticas a la misma. Por si lo anterior fuera poco, como además en España el aborto es legal en algunos casos y bajo ciertos supuestos desde hace dos décadas –lo que supone contradecir el derecho a la vida– era difícil no referirse críticamente al tema.
A mí me parece muy lógica la crítica a tales medidas desde los sectores católicos de la sociedad española. Políticamente, me parece saludable que tales expresiones no se reduzcan al ámbito íntimo de las conciencias y se manifiesten pacíficamente pues se sitúan en un contexto político es democrático.
Lo que me parece desconcertante es la irritación del actual Partido de Gobierno. Han dicho que los Obispos deben rectificar porque han mentido en sus críticas a la democracia española. El periódico oficialista –El País– ha interpretado la manifestación del domingo como rezagos de confesionalismo, muestras de nacional catolicismo y un apoyo de la Iglesia a la campaña del PP.
Como no soy español, no me siento en la necesidad de alinearme con alguna de las dos posturas partidistas. Más aún, creo que es propio del laicismo politizar todo para dejar de lado las cuestiones de fondo de los asuntos públicos.
A mí todo esto me suena a un alboroto que se explica porque se han cuestionado los principios básicos del laicismo: La democracia porque cuando se reúnen dos millones de personas tienen derecho a ser escuchadas en el debate público. Los derechos humanos porque es válido que lo que para algunos son avances progresistas y tolerantes de los derechos, a otra porción significativa de la sociedad le parezca más bien todo lo contrario. La libertad, porque al negarse a escuchar las críticas y opiniones disidentes, el gobierno español refuerza la idea de que el laicismo que promueve es sectario, ideológico y beligerante.
Solo en los gobiernos totalitarios las decisiones del gobierno son absolutamente incuestionables, y quienes se atreven a hacerlo son exiliados, fusilados o sencillamente silenciados.
Me temo que algo de eso hay en el laicismo de la Moncloa, y que hoy en día, la presión mediática se ha convertido en un eficaz medio de propaganda de las verdades oficiales.
Arequipa, 2 de enero de 2007.
(Publicado en El Colombiano, Medellín, 7 de enero de 2008).
Comentarios
Lamentablemente, es muy difícil para algunos entender la distinción entre la opción de pertenecer a una confesión religiosa o simplemente no hacerlo. Los derechos son los mismos. El respeto debe ser igual.
Hernán Díaz.
Un gobierno que busca una pseudo-igualdad, y persigue libertades mal entendidas, cuando en realidad lo unico promovido es la separación social, y una desigualdad que se caracteriza por brindar beneficios a ciertas minorías bajo el título de "Derechos", es un gobierno que esconde sin duda muchas segundas intenciones y que lamentablemente sólo el tiempo indicará las consecuencias de tan perversas acciones.
Desde la emancipación de las nacientes repúblicas latinoamericanas hasta el día de hoy, son muchos los temas comunes entre América Latina y Europa, y sobretodo, son muchas las tendencias que desde hace 200 años importan nuestras élites políticas e intelectuales.
Así que no nos extrañemos de que la misma virulencia laicista se vaya haciendo moneda corriente en éstas tierras, en las que el laicismo viene acompañado no solo de ilusiones progresistas y primermundistas sino también de reivindicaciones indigenistas y demás...