Laicidad crucificada

El debate sobre la presencia de los símbolos religiosos en el espacio público se ha reactivado debido a la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, que le ordena al Estado italiano retirar los crucifijos de las aulas de las escuelas públicas, ante la demanda que interpusiera una ciudadana arguyendo que éstos violan el derecho a la libertad religiosa de su hijo. El fundamento jurídico de la sentencia es muy cuestionable, puesto que el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales consagra expresamente que la libertad de conciencia y de religión garantiza a todas las personas “la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos”. Del mismo modo consagra que “la libertad de manifestar su religión o sus convicciones no puede ser objeto de más restricciones que las que, previstas por la ley, constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad pública, la protección del orden, de la salud o de la moral públicas, o la protección de los derechos o las libertades de los demás”. Me parece francamente dudoso que un símbolo religioso como el crucifijo, con un arraigo histórico de veinte siglos, represente un atentado contra los derechos o las libertades de quienes no ven nada en él, pues implica considerar que su exhibición justifica la imposición violenta de su veneración. Y ése no es el caso.

Por lo tanto, la decisión obedece a un laicismo radical y beligerante promovido por la actual élite europea, que además de una miopía histórica –pues ignora el carácter cultural que han adquirido los símbolos cristianos–, comporta una concepción errónea del carácter laico y aconfesional del Estado, conduciendo al diseño de un ámbito público en el que la exhibición de elementos religiosos es considerada ya no de mal gusto, sino incluso, poco menos que un delito. Que el Estado sea laico –como lo son la mayoría de Estados occidentales– implica básicamente la diferenciación entre la política y la religión, que se traduce en la independencia y autonomía de ambas. Constitucionalmente, la laicidad se materializa en la aconfesionalidad del Estado, es decir, en que éste no reconoce ninguna religión como oficial. Pero que el Estado sea laico no significa que la sociedad tenga que ser arreligiosa, agnóstica o atea. De hecho, la laicidad no riñe con el reconocimiento de la libertad religiosa, en efecto así lo reconoce el Convenio citado y las Constituciones políticas modernas. Tampoco con el mandato al poder público de promover la cooperación con la Iglesia, como lo hace la Constitución española de 1978 o la peruana de 1993. Por lo tanto, considerar que los símbolos religiosos –cruces, imágenes, o incluso velos– atentan contra la laicidad del Estado implica desconocer la impronta histórica de las religiones en la cultura occidental, ignorando que la expresión pública y visible de la experiencia religiosa es esencial a la práctica de la misma. Siguiendo tal lógica, habría que prohibir las procesiones, las manifestaciones públicas de piedad, las peregrinaciones, las visitas a santuarios. Y la verdad, eso sólo se le ocurriría a gobernantes o jueces tiránicos.

En este debate están en juego dos modelos de la laicidad del Estado. El francés, que busca imponer el ideario republicano liberal en contraposición de toda manifestación de religiosidad, la cual queda relegada al ámbito estrictamente privado. Y el norteamericano, que, paradójicamente, fue esbozado por un pensador parisino, quien señalaba que, aunque los norteamericanos tenían varias religiones, coincidían en la forma de considerar la religión, y aunque en Estados Unidos la religión no se mezclaba directamente con el gobierno de la sociedad, debía ser considerada como la primera de sus instituciones políticas porque les facilita el ejercicio de la libertad. ¿Será que a Estrasburgo nunca llegaron las obras de Alexis de Tocqueville?

Apostilla: ¿Comisión de la Verdad en medio del conflicto? ¿Será la confesión anticipada del fracaso de la Corte Suprema en juzgar a todos los responsables? ¿O la notificación de que no habrá farcpolítica?

Publicado en El Mundo, Medellín, 10 de diciembre de 2009.

Bogotá, 8 de diciembre de 2009.

Comentarios

Anónimo dijo…
Como siempre muy acertadas sus reflexiones, hasta cuando van a sacrificar las convicciones de muchos por las ideas intolerantes y cerradas de pocos????? y como siempre también su apostilla da en el clavo!!!!!
Unknown dijo…
Como en mucho otros temas, no se trata mas que de la dictadura de las minorias.
Anónimo dijo…
La nueva ortodoxia laica tiene la más intolerante de las inquisiciones...
Maldoror dijo…
Según leo, su argumento parte de la siguiente sentencia del convenio de protección de los derechos humanos y de las libertades individuales:

“la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos”. Del mismo modo consagra que “la libertad de manifestar su religión o sus convicciones no puede ser objeto de más restricciones que las que, previstas por la ley, constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad pública, la protección del orden, de la salud o de la moral públicas, o la protección de los derechos o las libertades de los demás”.

Y después concluye:

Me parece francamente dudoso que un símbolo religioso como el crucifijo, con un arraigo histórico de veinte siglos, represente un atentado contra los derechos o las libertades de quienes no ven nada en él, pues implica considerar que su exhibición justifica la imposición violenta de su veneración. Y ése no es el caso.

Una cosa es que se tenga derecho a expresar sus creencias religiosas, y otra que ud utilice el estado y los espacios que este representa para hacerlo. Lo segundo es inaceptable, así ud se despache en adjetivos (laicidad radical y beligerante) y en ataques ad hominem (parte de élite europea miope). La pregunta que ud tiene que resolver es ¿Por qué el estado que representa a todos sus ciudadanos por igual, debería tomar partido por un credo religioso para que sus símbolos sean privilegiados en los juzgados o en las escuelas públicas? Los argumentos que ud sugiere son francamente inaceptables. Que el símbolo sea histórico, no lo hace más valioso para recibir ese priviliegio. Nadie está diciendo, por otro lado, que la sociedad tenga que ser "arreligiosa", PERO SI el estado.
Maldoror: El argumento, que quizás no quedó claro en la columna es:
El Convenio garantiza libertad religiosa, la cual incluye expresiones públicas de la fe.
Esta libertad sólo puede restrigirse para salvaguardar la seguridad y el orden,
La pregunta es: ¿encajan los crucifijos en este supuesto? Es decir, ¿su exhibición atenta contra la seguridad, el orden, o la moral pública y su prohibición constituye una medida necesaria para salvaguardar aquellos bienes? Yo creo que no, porque eso supondría sostener que su simple exhibición representa un atentado contra los derechos de quienes no ven nada en él, pues implica considerar que su exhibición va de la mano con la imposición violenta de su veneración.

Usted señala “Una cosa es que se tenga derecho a expresar sus creencias religiosas, y otra que ud utilice el estado y los espacios que este representa para hacerlo”. Lo que pasa es que, no es un atentado contra la laicidad del Estado que los ciudadanos puedan tener signos visibles de su religiosidad. Pero sobretodo, su mera visibilidad no implica imposición. Y si el Estado ignorara que la religiosidad es un elemento importante en la cultura de una nación, desconocería una dato evidente de la realidad del ser humano, y eso sí sería ideología y arbitrariedad.

¿Por qué el estado que representa a todos sus ciudadanos por igual, debería tomar partido por un credo religioso para que sus símbolos sean privilegiados en los juzgados o en las escuelas públicas?, se pregunta Usted. En sociedades en las que más del 80% de los ciudadanos son cristianos (como las occidentales) creo que los crucifijos son una expresión cultural natural, “hacen parte del paisaje público”. Por el mismo hecho hay una iglesia en todas las plazas en los municipios colombianos, por ejemplo.
¿Se extrañaría usted de ver cientos de mezquitas en Arabia Saudita o en Turquía, o cientos de sinagogas en Israel?
¿Para ser laico, el Estado debería suprimirlas?
Maldoror dijo…
Señor Garzón:

Creo que el punto clave de mi posición es el uso de edificios públicos por parte del estado para exhibir elementos religiosos. Una cosa es, por ejemplo, asistir a una escuela con un crucifijo colgando en el pecho o con un vestido religioso. Con eso no tengo problema y ciertamente no considero un atentado contra los derechos de nadie que se exhiban a título personal elementos distintivos de una religión. En ese sentido, lo que sucedió en Francia con la prohibición de los símbolos religiosos en las escuelas por parte de los estudiantes, es una perversión de la laicidad. Otra cosa muy distinta es cuando el estado toma dinero público (es decir, de los impuestos que han pagado los ciudadanos de diversos credos, o ausencia de estos) y los usa para poner en edificios públicos elementos religiosos (el crucifijo en el juzgado o en el aula). Esto porque implica claramente que el estado está privilegiando a una religión por encima de las otras (creo que no es necesario ser muy suspicaz para entender lo que significa la idea de un crucifijo en un juzgado o un aula de clase etc...).

Su ejemplo de las mezquitas, sinagogas no tiene nada que ver con mi punto. Las mezquitas o las iglesias o las sinagogas son propiedad privada, impuestas no por el estado sino por particulares. No hay ninguna razón para pedir que sean suprimidas, mientras que los símbolos religiosos en espacios públicos, es una cuestión de una naturaleza distinta.
María Ximena dijo…
"Las mezquitas o las iglesias o las sinagogas son propiedad privada"
Quiero decir que debe observarse cómo se construyen los templos y con ayuda de quién llegan a existir. Sobretodo si miramos la historia podemos DESCUBRIR que los templos han sido construidos en su gran mayoría sin el carácter privado que usted aduce y gracias a la gestión e impulso de aquellos gobernantes que honraban sus propias creencias y dejaban ver ésto a sus pueblos... mas de 5mil años de historia pueden ayudarlo con éstos temas...
Por otro lado me pregunto yo frente a sus preguntas y sus posturas: ¿estaría igualmente dispuesto a oponerse a la exhibición en edificios públicos de alguna ideología particular? En caso de que su respuesta sea afirmativa le recomendaría fijarse en los edificios públicos de la Alcaldía de Medellín, en los que pululan publicidades en favor del homosexualismo y la oposición entre hombre y mujer.

Gracias por los puntos críticos, pues enriquecen la reflexión.

Ivan: muy agradable tu manera de analizar la crítica y mejorar tu redacción aclarando elementos que para algunos lectores pasan desapercibidos.
Maldoror dijo…
Marixa:

No tiene que recordarme que en efecto la construcción de lugares de culto ha sido patrocinado (y lo sigue siendo en muchos lugares) por el estado. Creo que en el contexto de la conversación me refería a como debería ser en un Estado liberal, moderno y laico (y porque debería ser así).

Respecto a su segundo punto, como no vivo en Medellín no conozco la "propaganda" a la que se refiere. Pero intuyo que lo que ud llama "propaganda", no son más que llamados y posturas en favor de respetar y tratar a los homosexuales como ciudadanos iguales ante la ley y con los mismos derechos y obligaciones que el resto. Y también intuyo que lo que ud llama "oposición entre el hombre y la mujer", no es más que el reconocimiento de que las mujeres son iguales ante la ley y que tienen los mismos derechos y libertades que el hombre. Dicho esto, creo que en términos generales su pregunta es difícil, porque inevitablemente todo estado es producto de una ideología y como tal siempre la refleja por más neutral que se pretenda. Mi solución personal sería (dada mi propia filosofía política, cercana al anarquismo), al igual que con asuntos entre Iglesia y Estado, abolir el estado. Una solución menos ideal sería impedir las expresiones de ideología, más allá de los valores de convivencia y respeto elementales que ud, al parecer, encuentra tan problemáticos.