La insulsa OEA

Hay que sospechar cuando existe unanimidad en la comunidad internacional acerca de un asunto importante. No es frecuente esa situación, pues hasta la impopular intervención de Estados Unidos en Irak tuvo sus fervientes defensores. Por eso, la unanimidad ante la crisis en Honduras invita a un análisis que trascienda las bienintencionadas declaraciones pro-democráticas.

En la crisis hondureña, América Latina ha echado de menos la presencia de un árbitro justo, legítimo y ecuánime, que ayude a recomponer la situación del país centroamericano. Naturalmente la OEA es ése árbitro. Sin embargo, su actuación ha sido francamente sesgada, contradictoria, y por ello ilegítima. Traigo a colación sólo dos hechos para argumentarlo.

Primero, no se entiende cómo internacionalmente se puede respaldar en forma unánime a Zelaya, un presidente que, con sus propios actos fue desestabilizando la democracia hondureña al desconocer las decisiones de la Corte Suprema y del Tribunal Electoral, e involucrar indebidamente a los militares (Chávez entre ellos) para asegurar sus propósitos reeleccionistas. Es decir, si bien la legitimidad de origen del gobierno de Manuel Zelaya es indudable como quiera que fue elegido por una votación popular, quienes se indignan por el rompimiento del orden constitucional deberían recordar que todo esto comenzó con sus maniobras des-institucionalizadoras. Por lo tanto, él mismo se encargó de debilitar su legitimidad como señaló un editorial de El Mundo (Ilegitimidad del gobierno Zelaya, 3/7/2009).

Por ello, es inexplicable que en el viaje a Tegucigalpa, que tenía el propósito de hacer un análisis de la situación, el Secretario General de la OEA se haya reunido con los candidatos y los dirigentes de los partidos, con el Cardenal Rodríguez Madariaga, con jueces, con fiscales, con organizaciones sociales, y hasta con el embajador de Estados Unidos, menos con Micheletti o alguien de su gobierno. Tal hecho cuestiona que su interés haya sido contribuir a normalizar la situación. Quizás por ello le enrostraron que la OEA es una organización política y no un tribunal de justicia. Pero además, la actitud de Insulza le dio la razón a quienes interpretan su gestión como una búsqueda de votos para su reelección, y no como una desinteresada mediación.

Segundo, no se entiende cómo la misma organización interestatal que le da un ultimátum a uno de sus miembros para restituir en su cargo al presidente exiliado, sea la misma que hace caso omiso de las graves denuncias que ha hecho el alcalde de Caracas por la flagrante violación del régimen chavista de los parámetros democráticos. Antonio Ledezma está haciendo una huelga de hambre desde el viernes pasado para llamar la atención de la OEA, pues Chávez dispuso la creación del Jefe de Gobierno de Caracas (nombrado por él mismo), haciendo ineficaz su autoridad democráticamente elegida.

Hablando de contradicciones, hace unas semanas la OEA empezó el proceso para reincorporar a Cuba en su seno, pasando por alto por lo menos diez de los veintiocho artículos de la Carta Democrática Interamericana. ¡La misma Carta que hoy enarbolan ante Honduras! Ello pone de presente la existencia de un doble rasero en el organismo, como lo hizo notar Mauricio Vargas en El Tiempo (6/7/2009).

En el análisis de la situación hondureña, valdría la pena tener en cuenta que a la larga, la comunidad internacional termina otorgándole legitimidad a los hechos puros y duros. De otro modo, habría varias naciones parias en el mundo. Además porque a pesar de la globalización y los comités democráticos internacionales, la soberanía y la capacidad de resolución de los asuntos internos sigue siendo un pilar del derecho internacional. Aunque a veces, las cosas se hagan a las malas. El rechazo al gobierno de facto será pasajero, y quizás, ya sea momento de empezar a recomponer la situación y no castigar a la población.
Mientras tanto, a Correa, Fernández de K., e Insulza les va tocar planear otra excursión.

Apostilla: Una vez más la revista Soho acompaña sus desnudos con imágenes y símbolos religiosos, una fórmula que menosprecia el valor de éstos y los ridiculiza. Si la mayoría de los colombianos fueran judíos o musulmanes, quizás no harían lo mismo sistemáticamente.

Publicado en El Mundo, Medellín, 9 de julio de 2009.

Bogotá, 7 de julio de 2009.

Comentarios

Anónimo dijo…
Profe...
creo que queda una pregunta en el aire: ¿detrás de qué va el secretario Insulza?... ¿quizá una relección?....

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