La mano invisible
Otra crisis en la región. Esta vez el escenario es Bolivia, donde lo ocurrido estaba cantado desde que el referéndum autonómico venció en Santa Cruz. Hay una crisis y los presidentes se reúnen en Santiago, a instancias de Unasur. Aunque la reunión se convoca de urgencia por los incidentes en Pando, todos concurren (menos Alan García que parece no tener mucho que ganar en estos encuentros). Allí, todos, al unísono, apoyan el gobierno legítimo de Morales. ¿Por qué? La mano invisible. Veamos:
Cristina tiene que distraer la atención sobre el escándalo de una maleta millonaria de Chávez para su campaña. Lula compra al país convulsionado el 50% del gas que consume Brasil, así que el interés es más que patente. Bachelet aprovecha la ocasión para tener un gesto amistoso con su vecino que se niega a venderle gas, y de paso echar bálsamo sobre el resentimiento boliviano por la negativa a la salida al Pacífico. Además, aprovecha para incluir en la declaración final una alusión al golpe de Estado de 1973, un breve guiño ideológico que al socialismo chileno le viene bien. Uribe, etiquetado como un intransigente de derecha muestra que está de parte de las instituciones, aunque sean de un color que a él no le guste. Chávez, que sí sabe para qué sirven estas cumbres, reafirma su heroica lucha contra el imperialismo norteamericano, que en este caso –cómo dudarlo– también está urdiendo la crisis. Para Morales es un espaldarazo inesperado a sus políticas indigenistas.
¿Qué hubo en Santiago? ¿Solidaridad regional u oportunidades políticas para todos? Adam Smith escribió que en la medida que cada uno buscara su propio interés, el mercado se autorregularía por cuenta de una “mano invisible” que haría emerger un interés colectivo de la convergencia de los intereses individuales. Pensaba en economía. Creo que también en la política.
Buenos Aires, 19 de septiembre de 2008.
Otra crisis en la región. Esta vez el escenario es Bolivia, donde lo ocurrido estaba cantado desde que el referéndum autonómico venció en Santa Cruz. Hay una crisis y los presidentes se reúnen en Santiago, a instancias de Unasur. Aunque la reunión se convoca de urgencia por los incidentes en Pando, todos concurren (menos Alan García que parece no tener mucho que ganar en estos encuentros). Allí, todos, al unísono, apoyan el gobierno legítimo de Morales. ¿Por qué? La mano invisible. Veamos:
Cristina tiene que distraer la atención sobre el escándalo de una maleta millonaria de Chávez para su campaña. Lula compra al país convulsionado el 50% del gas que consume Brasil, así que el interés es más que patente. Bachelet aprovecha la ocasión para tener un gesto amistoso con su vecino que se niega a venderle gas, y de paso echar bálsamo sobre el resentimiento boliviano por la negativa a la salida al Pacífico. Además, aprovecha para incluir en la declaración final una alusión al golpe de Estado de 1973, un breve guiño ideológico que al socialismo chileno le viene bien. Uribe, etiquetado como un intransigente de derecha muestra que está de parte de las instituciones, aunque sean de un color que a él no le guste. Chávez, que sí sabe para qué sirven estas cumbres, reafirma su heroica lucha contra el imperialismo norteamericano, que en este caso –cómo dudarlo– también está urdiendo la crisis. Para Morales es un espaldarazo inesperado a sus políticas indigenistas.
¿Qué hubo en Santiago? ¿Solidaridad regional u oportunidades políticas para todos? Adam Smith escribió que en la medida que cada uno buscara su propio interés, el mercado se autorregularía por cuenta de una “mano invisible” que haría emerger un interés colectivo de la convergencia de los intereses individuales. Pensaba en economía. Creo que también en la política.
Buenos Aires, 19 de septiembre de 2008.
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