¿Gardel, Maradona o Borges?
Una interesante polémica se ha suscitado en la Argentina por cuenta de la invitación que recibiera el país a ser en el año 2010 el invitado de honor en la Feria del libro más importante del mundo: la de Fráncfort. Resulta que el Gobierno de los Kirchner decidió que los íconos culturales que representarían a los gauchos serían Carlos Gardel, Ernesto ‘Che’ Guevara, Eva Duarte de Perón y Diego Armando Maradona. El anuncio suscitó el reclamo de editores e intelectuales, y por ello se incluyó en la lista a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar.
En estas cosas, la gente del común suele dar más muestras de sabiduría que los gobernantes: una encuesta del diario Clarín confirmó –en una encuesta online de 24 horas en la que participaron más de 22.000 personas– que Borges, que sin duda es el escritor argentino más reconocido en el mundo, debería ocupar el primer lugar de los iconos en el evento literario en Alemania. En segundo lugar situaron a otro escritor, José Hernández, una suerte de autor costumbrista. Las críticas a la decisión gubernamental han sido ácidas, y se han centrado en la escasa valoración que la presidenta Cristina Fernández parece tener de la literatura, así como el hecho de que sus decisiones y políticas vengan motivadas por el populismo y la ideología. El diario La Nación, al tiempo que la consideró como una elección absurda, editorializó señalando que “la sesgada visión ideológica intervino de manera imprudente en un tema que podría habernos deparado más de un momento de felicidad. Es cierto que, de hacerse una compulsa generalizada, muchos serían los nombres que los argentinos podríamos sugerir para integrar una lista de iconos de la “argentinidad”. Lo que ocurre -y fue lo que se perdió de vista en este caso preciso- es que la Feria de Francfort es una feria eminentemente cultural y literaria”.
La situación no deja de ser paradójica. Buenos Aires es, junto con Ciudad de México y Bogotá, uno de los mayores centros editoriales de América Latina. Es una ciudad en la que las librerías hacen parte del paisaje urbano, y en la que existe una cultura de la lectura que se comprueba en cualquier vagón del subterráneo o en los cafés de la ciudad, en los cuales es natural encontrarse con varias personas leyendo. Por eso, es muy contradictorio que ante un evento literario mundial no hayan pensado en presentar como íconos lo que muchos de los turistas van a buscar a la Argentina: buenos libros.
El asunto ha traído a colación un tema político decisivo, y es si existe la nacionalidad, y si es así, qué la representa. Pero además, la polémica argentina pone sobre la mesa el tema de qué se entiende por cultura, y si puede considerarse la cultura popular como la más representativa de un país. Siendo efectivamente representativa de una región –Montecristo lo es de los paisas aunque el Secretario de Cultura quisiera que no lo fuera– o una nación, se puede decir que ¿la representa única y exclusivamente, o mejor que otras formas culturales?
La discusión no está en determinar si la cultura popular es o no importante, sino en saber si es lo único que representa a una determinada sociedad. No hay duda que Cantinflas es representativo de los mexicanos, Pelé de los brasileños y Gardel de los argentinos, pero también Neruda lo es de los chilenos y García Márquez lo es de nosotros. Por eso, en el caso de la feria del libro la discusión está en saber si es pertinente asumir como representativo para un evento esencialmente libresco personajes representativos de la música, la política y el fútbol, y no de las letras.
No puedo dejar de pensar qué pasaría si Colombia recibiese una invitación de estas dimensiones. ¿Cuáles serían nuestros íconos literarios para mostrar? ¿Coincidiríamos en que, ante una feria literaria deben ser representativos los escritores y poetas, así como en una feria artística los artistas y en una musical, los músicos?
Publicado en El Tiempo.com, 12 de septiembre de 2008.
Buenos Aires, 9 de septiembre de 2008.
Una interesante polémica se ha suscitado en la Argentina por cuenta de la invitación que recibiera el país a ser en el año 2010 el invitado de honor en la Feria del libro más importante del mundo: la de Fráncfort. Resulta que el Gobierno de los Kirchner decidió que los íconos culturales que representarían a los gauchos serían Carlos Gardel, Ernesto ‘Che’ Guevara, Eva Duarte de Perón y Diego Armando Maradona. El anuncio suscitó el reclamo de editores e intelectuales, y por ello se incluyó en la lista a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar.
En estas cosas, la gente del común suele dar más muestras de sabiduría que los gobernantes: una encuesta del diario Clarín confirmó –en una encuesta online de 24 horas en la que participaron más de 22.000 personas– que Borges, que sin duda es el escritor argentino más reconocido en el mundo, debería ocupar el primer lugar de los iconos en el evento literario en Alemania. En segundo lugar situaron a otro escritor, José Hernández, una suerte de autor costumbrista. Las críticas a la decisión gubernamental han sido ácidas, y se han centrado en la escasa valoración que la presidenta Cristina Fernández parece tener de la literatura, así como el hecho de que sus decisiones y políticas vengan motivadas por el populismo y la ideología. El diario La Nación, al tiempo que la consideró como una elección absurda, editorializó señalando que “la sesgada visión ideológica intervino de manera imprudente en un tema que podría habernos deparado más de un momento de felicidad. Es cierto que, de hacerse una compulsa generalizada, muchos serían los nombres que los argentinos podríamos sugerir para integrar una lista de iconos de la “argentinidad”. Lo que ocurre -y fue lo que se perdió de vista en este caso preciso- es que la Feria de Francfort es una feria eminentemente cultural y literaria”.
La situación no deja de ser paradójica. Buenos Aires es, junto con Ciudad de México y Bogotá, uno de los mayores centros editoriales de América Latina. Es una ciudad en la que las librerías hacen parte del paisaje urbano, y en la que existe una cultura de la lectura que se comprueba en cualquier vagón del subterráneo o en los cafés de la ciudad, en los cuales es natural encontrarse con varias personas leyendo. Por eso, es muy contradictorio que ante un evento literario mundial no hayan pensado en presentar como íconos lo que muchos de los turistas van a buscar a la Argentina: buenos libros.
El asunto ha traído a colación un tema político decisivo, y es si existe la nacionalidad, y si es así, qué la representa. Pero además, la polémica argentina pone sobre la mesa el tema de qué se entiende por cultura, y si puede considerarse la cultura popular como la más representativa de un país. Siendo efectivamente representativa de una región –Montecristo lo es de los paisas aunque el Secretario de Cultura quisiera que no lo fuera– o una nación, se puede decir que ¿la representa única y exclusivamente, o mejor que otras formas culturales?
La discusión no está en determinar si la cultura popular es o no importante, sino en saber si es lo único que representa a una determinada sociedad. No hay duda que Cantinflas es representativo de los mexicanos, Pelé de los brasileños y Gardel de los argentinos, pero también Neruda lo es de los chilenos y García Márquez lo es de nosotros. Por eso, en el caso de la feria del libro la discusión está en saber si es pertinente asumir como representativo para un evento esencialmente libresco personajes representativos de la música, la política y el fútbol, y no de las letras.
No puedo dejar de pensar qué pasaría si Colombia recibiese una invitación de estas dimensiones. ¿Cuáles serían nuestros íconos literarios para mostrar? ¿Coincidiríamos en que, ante una feria literaria deben ser representativos los escritores y poetas, así como en una feria artística los artistas y en una musical, los músicos?
Publicado en El Tiempo.com, 12 de septiembre de 2008.
Buenos Aires, 9 de septiembre de 2008.
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