¿Laicismo o Fundamentalismo?
Razones para replantear un debate contemporáneo

– ¿Qué es más importante, una orden del Estado o una orden de Dios?
– “En un Estado laico son cosas separadas”, responde Nuri Yilmaz, director de la Escuela de Magisterio de Kars.
– ¿Laicismo e impiedad son lo mismo? Insiste el joven.
Entonces, ¿por qué se impide con la excusa del laicismo que nuestras jóvenes creyentes, que lo único que hacen es cumplir con sus obligaciones religiosas, vayan a clase?
Su indignación procede del hecho de que el Estado laico ha ordenado que las jóvenes no vayan cubiertas con su charshaf –o velo islámico– a las aulas ni a las escuelas.
– “Hijo, el Sagrado Corán también dice que al ladrón hay que cortarle la mano, pero nuestro Estado no lo hace. ¿Por qué no te opones a eso?”

La tensión de la escena va creciendo, pues el joven se va haciendo más agresivo, y con ello el director de la Escuela de Magisterio de Kars presiente que su muerte es inminente. El pasaje aumenta su dramatismo cuando el joven musulmán no consigue que Yilmaz se arrepienta de haber implementado en su escuela la prohibición del Estado a que las alumnas lleven el velo, y lo obliga a leer las palabras finales, un testamento escrito con anterioridad al encuentro y que es pronunciado por el atemorizado profesor y que genera una situación macabra: “Yo, el catedrático ateo Nuri Tilmaz… pero, hijo mío, yo no soy ateo… Como instrumento que soy del plan secreto para convertir a los musulmanes de la República laica de Turquía en esclavos de Occidente, para deshonrarlos y apartarlos de la religión, he oprimido de tal forma a las jóvenes creyentes apegadas a la religión que no se descubren la cabeza y no se apartan de lo que ordena el Sagrado Corán que por fin una joven creyente, no soportando el sufrimiento, se suicidó”.
La escena termina luego de cuatro disparos efectuados mientras el profesor exclama: “No lo hagas… Piénsatelo una vez más, no tires” y lanza gemidos.

El relato está tomado de una novela del turco Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura de 2006, quien pone en boca de los dos interlocutores los argumentos más destacados de cada postura. Como se puede entrever, la escena descrita es dramática y tiene un desenlace trágico. Éste pasaje grafica la tensión en el mundo islámico entre el laicismo o la secularización del Islam y la pretensión de imponer la sharia o ley coránica como referente político y legal de las sociedades modernas. Se trata de una variante de las tensiones entre la política y la religión en el mundo contemporáneo. Las dos posturas son seguidas por amplios sectores de la sociedad musulmana, y el grado de tensión entre las mismas varía de acuerdo al país del que se trate. El pasaje de Pamuk se sitúa en Turquía, uno de los países más occidentalizados y secularizados del Medio Oriente desde la fundación de la república por Atatürk, pero en el que las tensiones siguen presentes.

Como se ve, la escena es un diálogo de sordos. Parece claro que ninguno de los dos va a convencer al otro de su postura, aunque considere que tiene suficientes razones para sustentarla. Y ante este evento, la conversación termina con la imposición de la voluntad de uno de los dos, del más fuerte, en éste caso, quien tiene el arma y está dispuesto a usarla pues se siente justificado por su forma de concebir la religión. Se trata del joven fundamentalista que está dispuesto a matar y a morir por su creencia pues “el Sagrado Corán dice que es lícito matar al tirano que oprime a los creyentes”. Más aún, en un momento confiesa que el verdadero motivo de su viaje de dos días a Kars desde Tokat en medio de la nieve tenía como propósito “quitar del medio a un infiel”, algo que sucede obviamente en cuanto asesina al profesor.

Traigo a colación el pasaje puesto que, a mi juicio, tiene un importante carácter simbólico. Para muchos políticos, intelectuales y medios de comunicación occidentales, éstos son precisamente los términos en los que se presenta el debate entre política y religión en el mundo contemporáneo: quien pretende que la sociedad se adecue a parámetros religiosos es un ser irracional y está dispuesto a matar o morir por ello, incluso aunque ello conlleve la muerte de inocentes. Y del otro lado está quien mira con indiferencia la religión o sencillamente no se reconoce como creyente, y se remite a unas pautas políticas –generalmente estatales y cada vez más culturales– según las cuales los creyentes no tienen ningún derecho a pretender exponer su fe en público sin que ello signifique un menoscabo del laicismo, una forma de comprender la relación entre política y religión que cada vez se asume más como una suerte de dogma civil.

En suma, el debate estaría planteado entre el laicismo del profesor Yilmaz, y el fundamentalismo, encarnado en el joven islamista radical. Tal definición dialéctica se reproduce simplistamente en todos los escenarios mundiales en los que se presentan tensiones entre la política y la religión asumiéndose como una especie de marco epistemológico y hermenéutico.

Extractos del artículo publicado en la Revista Humánitas, año 13, No. 49, enero–marzo de 2008, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, pp. 42 – 59.

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