¿Guerra con Venezuela?
Dudo que el Gobierno tenga vocación suicida y esté preparando una ofensiva militar contra Venezuela, tal como ha dicho en varias oportunidades el presidente Chávez. Es muy probable que, como escribió Moisés Naím en El País, la idea de una guerra con Colombia sea para él una distracción que tiene como propósito paliar la crisis interna tanto política como económica que afronta el coronel, y que se ha agudizado desde la derrota en el referéndum de diciembre. Naím se aventura a predecir que en una eventual confrontación la comunidad internacional se pondría del lado de Colombia y generaría una fuerte presión sobre nuestro vecino.
Sin embargo, hablar de guerra en política son palabras mayores, pues en términos de Schmitt, se trata del mayor grado de intensidad al que puede llegar un conflicto, y que se posibilita a partir de la agrupación de las colectividades entre amigos y enemigos. Por eso, aunque pueda sonar descabellada, la hipótesis de una guerra con Venezuela hay que tomarla en serio. A mi juicio, ello debe hacerse combinando dos estrategias, que coinciden con las dos herramientas clásicas de las relaciones internacionales: fuerza y diplomacia, poder duro y poder blando, o si se quiere, garrote y zanahoria.
Evidentemente Venezuela posee superioridad militar sobre nosotros. Adicionalmente, tiene como presidente a un militar que sabe de guerra, y que, influido por Castro conoce bien la importancia de la polarización belicista y el nacionalismo dentro de sus fronteras como medio de triunfo de su revolución. Además, por cuenta de los precios astronómicos del petróleo posee recursos para hacerse con material bélico heredado de la Guerra Fría y disponible en el mercado legal y negro.
Así las cosas, el mejor recurso del Gobierno ante tal situación es plantear franca pero discretamente el tema con gobiernos aliados en vistas a conseguir el compromiso de que nuestro país recibiría ayuda militar en la eventualidad de una agresión. En una época de pacifismo humanitario los interlocutores coincidirán en asustarse, indignarse o rechazar de plano tal evento, de allí que el tema deba ventilarse también ante la OEA y la ONU. Pero también es cierto que con la petición de beligerancia para las FARC, la comunidad internacional ha podido verificar que Chávez está dispuesto a dejar de lado las formas de mandatario democrático.
Ahora bien, tomarse en serio la hipótesis bélica con el vecino no solo es una cuestión militar. También es diplomática y cultural.
Ésta vía se apoya en el trabajo diplomático que tienda a aislar al régimen venezolano en caso de una agresión a Colombia. El momento actual de solidaridad con nuestra lucha contra las FARC no podría ser mejor para avanzar en éste sentido. El presidente Uribe debe aprovechar la legitimidad que le ha otorgado responder con moderación a la andanada de declaraciones beligerantes de Chávez en las últimas semanas, las cuales han sido observadas como un afán intervencionista y expansionista de la revolución bolivariana en un país mayoritariamente hostil a ella. Esta vía de acción debe producir resultados en el plano interno, y de ser posible en los dos países. Por ello, hay que ver con esperanza la carta firmada por decenas de intelectuales y personas vinculadas con el ámbito de la cultura de las dos naciones. Allí, los signatarios de la misiva recuerdan “los fraternales vínculos históricos que unen a nuestras dos naciones a fin de impedir que sobre ellos se imponga una discordia”. Muchos dudan de la eficacia política de la pluma, sin embargo, las guerras se promueven o se evitan por la vía de la presión popular y de la opinión pública, y en ésa línea, la declaración es un gesto simbólico que debe ser oído por los dos gobiernos como una muestra de razonabilidad en medio de una situación de ánimos crispados.
Como los vecinos siempre van a estar ahí, el sentido pragmático indica que es mejor llevar las cosas por las buenas, y para ello aún hay muchos mecanismos viables. El desafío es no ceder ante la beligerancia verbal de Miraflores pues no hay que dar excusas para que se polarice más la situación. El Gobierno lo ha hecho con maestría, pero la paciencia no es infinita. De todos modos, la prudencia política manda prepararse para el peor escenario, y la política supone la enemistad, por ello, la guerra podría venir. Ojalá que no.
Arequipa, 3 de febrero de 2008.
(Publicado en http://www.eltiempo.com/).
Dudo que el Gobierno tenga vocación suicida y esté preparando una ofensiva militar contra Venezuela, tal como ha dicho en varias oportunidades el presidente Chávez. Es muy probable que, como escribió Moisés Naím en El País, la idea de una guerra con Colombia sea para él una distracción que tiene como propósito paliar la crisis interna tanto política como económica que afronta el coronel, y que se ha agudizado desde la derrota en el referéndum de diciembre. Naím se aventura a predecir que en una eventual confrontación la comunidad internacional se pondría del lado de Colombia y generaría una fuerte presión sobre nuestro vecino.
Sin embargo, hablar de guerra en política son palabras mayores, pues en términos de Schmitt, se trata del mayor grado de intensidad al que puede llegar un conflicto, y que se posibilita a partir de la agrupación de las colectividades entre amigos y enemigos. Por eso, aunque pueda sonar descabellada, la hipótesis de una guerra con Venezuela hay que tomarla en serio. A mi juicio, ello debe hacerse combinando dos estrategias, que coinciden con las dos herramientas clásicas de las relaciones internacionales: fuerza y diplomacia, poder duro y poder blando, o si se quiere, garrote y zanahoria.
Evidentemente Venezuela posee superioridad militar sobre nosotros. Adicionalmente, tiene como presidente a un militar que sabe de guerra, y que, influido por Castro conoce bien la importancia de la polarización belicista y el nacionalismo dentro de sus fronteras como medio de triunfo de su revolución. Además, por cuenta de los precios astronómicos del petróleo posee recursos para hacerse con material bélico heredado de la Guerra Fría y disponible en el mercado legal y negro.
Así las cosas, el mejor recurso del Gobierno ante tal situación es plantear franca pero discretamente el tema con gobiernos aliados en vistas a conseguir el compromiso de que nuestro país recibiría ayuda militar en la eventualidad de una agresión. En una época de pacifismo humanitario los interlocutores coincidirán en asustarse, indignarse o rechazar de plano tal evento, de allí que el tema deba ventilarse también ante la OEA y la ONU. Pero también es cierto que con la petición de beligerancia para las FARC, la comunidad internacional ha podido verificar que Chávez está dispuesto a dejar de lado las formas de mandatario democrático.
Ahora bien, tomarse en serio la hipótesis bélica con el vecino no solo es una cuestión militar. También es diplomática y cultural.
Ésta vía se apoya en el trabajo diplomático que tienda a aislar al régimen venezolano en caso de una agresión a Colombia. El momento actual de solidaridad con nuestra lucha contra las FARC no podría ser mejor para avanzar en éste sentido. El presidente Uribe debe aprovechar la legitimidad que le ha otorgado responder con moderación a la andanada de declaraciones beligerantes de Chávez en las últimas semanas, las cuales han sido observadas como un afán intervencionista y expansionista de la revolución bolivariana en un país mayoritariamente hostil a ella. Esta vía de acción debe producir resultados en el plano interno, y de ser posible en los dos países. Por ello, hay que ver con esperanza la carta firmada por decenas de intelectuales y personas vinculadas con el ámbito de la cultura de las dos naciones. Allí, los signatarios de la misiva recuerdan “los fraternales vínculos históricos que unen a nuestras dos naciones a fin de impedir que sobre ellos se imponga una discordia”. Muchos dudan de la eficacia política de la pluma, sin embargo, las guerras se promueven o se evitan por la vía de la presión popular y de la opinión pública, y en ésa línea, la declaración es un gesto simbólico que debe ser oído por los dos gobiernos como una muestra de razonabilidad en medio de una situación de ánimos crispados.
Como los vecinos siempre van a estar ahí, el sentido pragmático indica que es mejor llevar las cosas por las buenas, y para ello aún hay muchos mecanismos viables. El desafío es no ceder ante la beligerancia verbal de Miraflores pues no hay que dar excusas para que se polarice más la situación. El Gobierno lo ha hecho con maestría, pero la paciencia no es infinita. De todos modos, la prudencia política manda prepararse para el peor escenario, y la política supone la enemistad, por ello, la guerra podría venir. Ojalá que no.
Arequipa, 3 de febrero de 2008.
(Publicado en http://www.eltiempo.com/).
Comentarios
1.- El acertado manejo que le ha dado el gobierno colombiano a esta crisis.
2.- Crisis que sin duda se origina en la intención del gobierno venezolano de distraer la opinión interna, de la crisis política que afronta.
3.- La superioridad del armamento venezolano, aunque militarmente este es un aspecto de análisis importante, no es el único aspecto a analizar, aquí entra en juego por ejemplo la experiencia de los soldados colombianos. Es más, personalmente me parece que más peligroso que la superioridad actual del armamento, la real amenaza radica en la capacidad del gobierno venezolano, dada su capacidad económica, de, dado un conflicto bélico, de adquirir mucho más armas y equipos. El ejemplo a esta gran diferencia lo encontramos en una noticia reciente: la modernización por parte de la Fuerza Aérea Colombiana de 11 aviones K-Fir y compra de otros 13 modernizados a Israel, noticia que contrasta con la adquisición de 24 aviones Zukhoi a Rusia por parte de Venezuela, aviones que están catalogados, como los mejores cazabombarderos que existen en la actualidad. En cuanto a los ejércitos de tierra, no debemos olvidar la superioridad del ejército venezolano en artillería y caballería, aspectos en los cuales cuenta con obuses autopropulsados de 120mm. y tanques blindados AMX-30, mientras nuestro ejercito solo cuenta con obuses de 105 mm. y vehículos blindados CASCABEL. En la armada desconozco como se encuentre el balance.
No obstante, el tema me plantea los siguientes cuestionamientos:
1.- Si bien es improbable que el gobierno colombiano tenga una vocación suicida como para provocar un conflicto bélico contra Venezuela, ¿es improbable esa misma vocación suicida en Hugo Chávez?
2.- Coincido en que ante la hipótesis bélica, deben entrar en funcionamiento no solo el aspecto militar, sino también el diplomático y cultural. Pero creo que Colombia esta demorada en poner en conocimiento de organismos como la OEA y la ONU la constante agresión del gobierno venezolano. Recordemos que la función de estos organismos es prevenir... "Después de ojo afuera, no hay Santa Lucia que Valga".
3.- No me queda la más mínima duda que de presentarse un conflicto bélico con Venezuela, la comunidad internacional ejercería una importante presión sobre el gobierno venezolano, la pregunta aquí, es que momento esa presión sería tan importante como para hacer desistir a Venezuela de cesar el conflicto bélico. ¿Cuando la vanguardia Venezolana se encuentre sobre las riberas del Magdalena? o ¿hasta que el secretariado de las FARC se encuentren en el Palacio de Nariño? Y ante esas eventualidades de que serviría ya la comunidad internacional, cuyas acciones se han caracterizado por ser ineficaces y de una lentitud paquidérmica.
4.- Este tiene que ver con las relaciones económicas, y aquí voy a aventurarme, dada mi ignorancia en el tema. Si sabemos que Hugo Chávez tarde o temprano, va a remplazar todas las importaciones que recibe de Colombia, ¿no seria adecuado, que el gobierno Colombiano, las suspendiera? Eso indudablemente causaría una situación interna tan crítica que muy probablemente desestabilizaría el gobierno venezolano. Se que aquí juegan aspectos económicos muy fuertes, pero creo que sería un muy buen movimiento, ya que ningún país "aliado" de Hugo Chávez, por muchos Petrodólares que este maneje en su chequera, estaría en capacidad de suplir en un corto tiempo el mercado venezolano.
Al respecto, resulta interesante y favorece mucho a Colombia, la medida cautelar dictada por un juez de Inglaterra, congelando US $ 1.200 millones de PDVSA, eso indudablemente le quita margen de maniobra al gobierno Venezolano.
5.- Un aspecto que no se menciona, pero que resulta fundamental en este análisis, es el papel que juegan y jugarían gobiernos como el de Nicaragua y Ecuador. Si de pronto es improbable por parte de Ecuador, no así Nicaragua, que tiene una disputa limítrofe con Colombia. Aquí me surge el siguiente interrogante ¿contaría Colombia con el apoyo militar de su gran aliado los EUA?, No lo sé, veo difícil que EE.UU. se enfrasque en un nuevo conflicto, con una recesión económica ad-portas y con el despliegue militar que presenta en otras regiones del mundo, donde tiene unos mayores intereses.
6.- No olvidemos, que Colombia afronta un conflicto interno en el cual nuestras Fuerzas Militares están empeñadas en un 100 %, por lo que indudablemente en caso de un conflicto con otro país, el conflicto interno se volvería inmanejable. O será que las FARC no aprovecharían esta ayudita que les estaría dando el gobierno Venezolano.
Lo repito, me sigue preocupando un posible conflicto con Venezuela, y el tener que levantarme un día en la Republica Bolivariana de Colombia, con el Mono Jojoy de Presidente, por culpa de una figura como el presidente comandante Hugo Chavez.
1. Sobre la pregunta, Chávez no tendría vocación suicida porque, a diferencia de Uribe, sabe que es una guerra que puede ganar con sus propios recursos.
Además, hay que analizar la posibilidad en la mira de que tal evento permita apuntalarse en el poder por muchos años más, quizás, indefinidamente.
2. La intervención de EEUU es improbable, por lo menos en forma directa, más aún, si como se prevee, en Noviembre la Casa Blanca queda en manos de un demócrata.
3. Esperemos que nunca nos levantemos con un presidente como Jojoy. Mientras haya una sociedad unida contra la violencia de las FARC como se demostró el AF, eso no sucederá.
Ante este panorama, resulta muy importante tener en cuenta el comportamiento del gobierno ruso, quien hasta ahora le ha servido de salvavidas al gobierno venezolano, cada vez que su presidente cae en “outside”.
Un aspecto que deje de mencionar en mi comentario anterior, es la posible renuencia de mandos medios del ejército venezolano en caso de conflicto con Colombia, lo cual muestra una división importante al interior de la Fuerzas Armadas Venezolanas, lo que hace peligrar la estabilidad del gobierno Chávez. Lo anterior sería un hecho aislado si, como lo reportan las últimas noticias, no existiera un sentimiento de buena parte del pueblo venezolano a rechazar cualquier posible agresión por parte de su gobierno contra la hermana nación de Colombia.
Así, mientras la constante agresión de parte del presidente Chávez ha acrecentado un incipiente nacionalismo en Colombia, en Venezuela está causando divisiones, acentuadas con el descontento de que el gobierno prefiera gastar millones de dólares en apoyar gobiernos amigos del presidente y no en invertir en soluciones que verdaderamente erradiquen los problemas del pueblo venezolano.
La edición de hoy 14FEB, el diario El País de Venezuela, incluye un articulo sobre la posible locura del Presidente Chávez, le dejo a ustedes los comentarios al respecto. En lo que a mí atañe, no me queda duda que algún tornillo le ha de faltar, a menos que tal como lo menciona Philip Dimitrov (Primer Ministro de la Bulgaria democrática, en 1991-92), en articulo publicado en el diario "Respekt" de Checoslovaquia, emule el planteamiento de la película de Peter Sellers “El rugido del ratón”
http://venezuelareal.zoomblog.com/archivo/2007/10/11/venezuela-El-Rugido-Del-Raton.html
Por ultimo, tal como mencione en mi comentario anterior, no perdamos de vista el posible papel que el gobierno sandinista de Nicaragua puede llegar a desempeñar en esta crisis colombo-venezolana, así lo demuestran las últimas noticias.
Recomiendo el siguiente enlace: http://megavideo.com/?v=FUO2VWTP
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llegara el dia en que no seamos la cloaca de colombia.fuera los caliches
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