Señoritos feudales
Ya habíamos notado que la cuarentena le quedó gustando a los Alcaldes. La proliferación de una figura tan seria para una democracia como el toque de queda es una prueba suficientemente elocuente. Pero hoy me di cuenta de que también le quedó gustando a los señores de pequeños feudos.
Después de casi dos meses en cuarentena, salí por tercera vez a hacer 2 pequeñas vueltas: al banco y al supermercado. Cuando llegué al banco había afuera una fila de unas 10 personas. Me asomé, y para mi sorpresa, el banco estaba totalmente vacío. Le pregunté a la señora que estaba de primera si la fila era para el cajero. "No, es para entrar al banco". ¿Usted es 7 u 8?, me preguntó. Supongo que se refería a la terminación de mi cédula. ¿Por qué? Le pregunté. "Porque ya atendieron a los del 7. A las 11am entran los del 8. Y solo están entrando de a dos". Eran las 10:45am. Ante tal destreza en las reglas de la disciplina social del lugar, pensé que quizás era la vigilante del banco pero estaba vestida de civil. Pero no. En cualquier caso, miré la fila y renegué en voz alta: "yo vine a pagarles, pero parece que no les interesa". Y me fui.
Supongo que a un supermercado no me impedirán entrar. Al fin y al cabo, estamos en crisis, pensé. Cuando llegué, vi que afuera la fila era corta, unas 5 personas. Iluso, me acerqué a preguntarle a la vigilante (que sí estaba vestida como tal): "¿Están pidiendo la cédula?... No había terminado de preguntarle cuando vi que lista en mano, estaba empadronando a quienes entraban. Desconozco si era para alguna rifa... No solo respondió sí a mi pregunta ingenua, sino que me explicó que ya se había terminado el turno de los del 7, así que solo iban a dejar entrar a los 8.
Me di media vuelta y me fui a mi casa, arrepentido por el tiempo que perdí, pero sobre todo por haber intentado tener un momento de normalidad extramural. Tan solo quería revivir la rutina de salir un sábado por la mañana a hacer diligencias. Decidí esperar -sin ningún afán- a que me llamen del banco a cobrarme. Con gusto les explicaré que no puedo pagarles si no me lo facilitan (lo he intentado 4 veces por internet y 2 por teléfono). Ahh, y llamé a la tienda del barrio a pedir lo que me hacía falta.
Les quedó gustando el gobierno por decreto, no hay duda. Casi nadie parece notar que el rebaño no se está inmunizando (o al menos no lo sabemos), pero sigue apartado, recluido, aburrido y desesperado. Si esta cuarentena no termina pronto, se seguirán multiplicando los pequeños señores feudales y entorpecerán aún más el anunciado retorno a la "normalidad".
Temo que la próxima vez que tenga la osadía de querer pasar otro rato de normalidad en la calle sea el portero o el vigilante el que me prohiba salir porque ya terminó el turno de los 4.
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