Pacifistas y realistas

Mauricio García Villegas propuso en estas páginas una sugerente tipología de las posturas sobre el proceso de paz que, según él, son las mismas de la opinión pública ante la guerra contra las Farc. De un lado están los pragmáticos, “los que quieren negociar la paz”, y de otro lado, los vengadores, “los que quieren aniquilar a las Farc”. Mientras unos negocian con cabeza fría y doman su odio, los otros tienen ardor por aniquilar a la guerrilla como sea, dice. Mientras los pragmáticos actúan prudente y calculadamente, los vengadores encubren sus pasiones detrás de la defensa de la legalidad y la moralidad. El Gobierno representaría a los pragmáticos, mientras que Uribe y el Procurador a los vengadores.

Aunque sugerente, la distinción propuesta por García Villegas es injusta, pues sólo atribuye cualidades a los pragmáticos y errores o cualidades a medias a los vengadores. 

Indudablemente, la crítica del Procurador y el uribismo al proceso de paz contiene cierto populismo emocional. Pero también es indudable que esta estrategia ha capitalizado el descontento popular con una guerrilla esquizofrénica que mientras negocia atenta sistemáticamente contra la población civil, la infraestructura y el medio ambiente. Lo confirman las encuestas.

Pero acertar en señalar este populismo emocional no lleva a concluir que tal estrategia obedezca al odio, pues ¿cómo puede medirse tal motivación? Tampoco se sigue de allí que la propuesta de los críticos del proceso sea terminarlo mañana y volver al combate militar exclusivamente. ¿O alguien lo ha dicho de ese modo?

Como en otra columna señalé los errores del uribismo frente al proceso, y como García Villegas omitió señalar los de los pragmáticos, acá van algunos: haber puesto a las Farc en el centro de la agenda pública nacional, haber partidizado la negociación, graduar como enemigos de la paz a los ciudadanos críticos, mostrarle al interlocutor excesivo interés en negociar, enviar mensajes contradictorios a la opinión pública, desescalar la ofensiva militar y el lenguaje antes de la firma. Más que cálculo y prudencia, tales errores revelan también una pasión: una ambición inspirada en que el fin justifica los medios.

A propósito del estudio de los grandes autores de la historia de la filosofía política, John Rawls advertía que éstos debían tomarse siempre en su mejor versión. Creo que el consejo vale también para el debate público, y empieza por nombrar las posturas en juego sin restarle el valor que le dan sus seguidores.

Más allá de los nombres, estamos ante una legítima dialéctica por la forma de alcanzar la paz. Más que en los fines, estamos divididos en los medios. Para unos, éste es el momento propicio para negociar con las Farc bajo las condiciones que se establecieron hace 3 años. Para otros, tales condiciones deberían ser más estrictas, la agenda debería estar acotada y la ofensiva y el discurso no deberían desescalarse, pues el Estado debe seguir haciendo la guerra en serio. Pacifistas y kantianos unos, realistas y schmittianos otros, merecen no ser tergiversados. 

Publicado en El Espectador, 19 de agosto de 2015, p. 30.

Comentarios

Entradas populares