Momento de decisiones
Algunos académicos e intelectuales han coincidido en advertir que los acuerdos parciales entre el Gobierno y las Farc que fueron publicados la semana anterior son borradores de promesas (Mauricio García Villegas) que contienen una espesa retórica (Andrés Hoyos). Pero que, a fin de cuentas, el lío no es lo consignado en el papel (Mauricio Vargas), pues lo difícil será la construcción colectiva de las condiciones de convivencia (Francisco Gutiérrez Sanín). Dicho con realismo, que en La Habana aún no han abordado los puntos más decisivos de la negociación.
Ciertamente, los acuerdos parciales reflejan el logro de un lenguaje común, un consenso discursivo mínimo entre el Gobierno y las Farc que permitió establecer las directrices del posconflicto en materia de reforma agraria, participación política y drogas ilícitas.
Lo consensuado, supone, sin embargo, una mutua ironía para las partes. Para el Estado, porque podría haber ejecutado varias reformas acordadas sin necesidad de comprometerse a ello ante una organización que ha utilizado métodos terroristas. Para las Farc, porque después de 50 años de levantamiento en armas contra un ‘régimen oligárquico’ aceptaron como legítimo un marco institucional liberal, democrático y pluralista para hacer su eventual tránsito de las armas a los votos.
Sin embargo, lo que viene requerirá menos argumentación y más decisión. Menos liberalismo y socialismo doctrinarios, y más realismo político. Dejados de lado los optimismos desmesurados y los pesimismos radicales, los temas definitivos de la negociación apenas van a comenzar. Preocupa que hayan tardado tanto tiempo en acordar el marco discursivo, pues lo que viene es la parte seria, existencial y verdaderamente política de cualquier proceso de paz: el desarme, la desmovilización y la reinserción (DDR).
Desarme, desmovilización y reinserción son las pruebas ácidas de la negociación. Los acuerdos sobre estos aspectos demostrarán cuál es realmente la voluntad de paz de la guerrilla, y pondrá a prueba los marcos institucionales que el Gobierno ha desarrollado para lograr la cuadratura del círculo: un acuerdo aceptable para los ciudadanos y un final digno para la insurgencia.
Por ello, un análisis políticamente razonable de los acuerdos parciales debe tomar distancia de dos lecturas. La primera, que el Estado capituló ante las Farc. La segunda, que estamos ante unos acuerdos ‘históricos’ que ‘transformarán al país’. Ni las Farc se tomarán el poder con unas zonas de reserva campesina y unas curules en la Cámara, ni los acuerdos son el borrador de un pacto para la refundación de la patria.
Así las cosas, el Gobierno y las Farc están ante el umbral de la decisión política ineludible: cuándo y cómo terminarán el conflicto armado. Ni más, ni menos.
Publicado en El Espectador, 5 de octubre de 2014.
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