La apuesta por Mockus
En Colombia, para ser Presidente de la República no hace falta un buen programa de gobierno. Tampoco se requiere pinta de estadista, y manejar con pericia los grandes temas del Estado. La muestra de ello, sobra decirlo, es el caso de Germán Vargas Lleras, de quienes pocos dudan que es el candidato mejor preparado, pero no sale del sótano de las encuestas. Injustamente, pero la democracia no implica veredictos justos. Para llegar a la Casa de Nariño se necesita “vender una ilusión colectiva”. Hace 12 años fue la paz con las Farc. En 2002, cuando estábamos hartos de la guerrilla, Uribe logró vender la ilusión de la mano firme. Hoy, un profesor y ex alcalde, a quien los medios tratan con benevolencia, está vendiendo la ilusión de la “cultura de la legalidad”. Y parece que va a ganar.A veces la apuesta por la ilusión colectiva sale bien: Uribe combatió con éxito a las Farc. Otras veces sale mal: Pastrana no pudo hacer la paz que prometió. Hoy, la apuesta que propone el candidato del Partido Verde es tanto o más riesgosa que las del pasado: se trata de combatir uno de los males latinos por excelencia: la trampa, la viveza, los atajos, la ilegalidad, las excepciones a la ley. Programa de gobierno detallado, señalando el cómo lograrlo, no hay, pero desde Facebook se ha ido difundiendo la idea de que “la utopía es posible”.
Todo esto suena muy bien –por algo lo llaman utopía–, sin embargo, presenta algunos problemas serios. La legalidad no es un fin, sino un medio. Entre los juristas –quizás esto no lo han calculado los matemáticos–, el culto a la ley está muy revaluado, pues el paraíso kelseniano perfectamente puede conducir a infiernos legalmente justificados. Si la legalidad se convierte en un fin, se cae en el legalismo: cumplir la ley porque es la ley. Quienes carecen de formación jurídica suelen sacralizar la ley, y tienden a ignorar las excepciones legítimas a la misma, la necesidad de su adecuación a las circunstancias concretas, y el imperativo de establecer su vinculación real con la justicia, esta sí, objeto del derecho. Pero sobretodo, el legalismo omite el papel prudencial que le cabe a quien debe aplicar la ley, deviniendo en injusticias o rigideces formalistas.
Esto no dejaría de ser una advertencia teórica si Mockus no diera demostraciones de desconocimiento del derecho, aún del constitucional, y de su confusión entre el derecho y la ley. Que extraditaría a un ex presidente es un exabrupto que muestra lo anterior, aunque no ha sido el único.
Me preocupa también la concepción mockusiana de la política. Como académico, me seduce su énfasis en la democracia deliberativa. Pero su carácter dubitativo, sus recurrentes salidas en falso, el enorme valor que otorga a los símbolos, y sus actitudes excesivamente principialistas, dan para pensar que para Mockus la política es deliberación y discusión, cuando, por el contrario, es, ante todo, decisión. Y en este panorama, los dilemas morales que se le presenten podrían convertirse en atolladeros nacionales.
Mockus es percibido como un antipolítico, pero no lo es. Su candidatura es la del “outsider”, y aunque ello trae consigo ventajas, también conlleva incertidumbre. Julien Freund escribía que “es muy astuto por parte de un candidato poder presentarse como un hombre no político, únicamente preocupado del servicio y de la salvación del país, pero ¿qué es lo que hay que pensar de los que creen sinceramente que una vez alcanzado el poder ya no harán política, distanciándose de las maniobras, intrigas, pactos y demás equívocos?”. “No existe –aclara el discípulo de Raymond Aron–, ni nunca existió una política absolutamente pura, absolutamente recta, absolutamente desinteresada, al lado de otra que sería irremediablemente corrompida, ruin y deplorable”. Algunos mockusianos deberían tomar nota de ello.
No pretendo satanizar a Mockus: el maniqueísmo político es absurdo. Pero votar por él sería una apuesta colectiva muy riesgosa.
Apostilla: ¿No había un candidato a la Secretaría General de Unasur menos malo que Néstor Kirchner para respaldar? Ojalá la Cancillería esté a tanto de todo lo que se dice en la Argentina sobre este personaje.
Publicado en El Mundo, Medellín, 6 de mayo de 2010.
Bogotá, 4 de mayo de 2010.
Comentarios
Muy interesante su artículo. Tengo que aceptar, como ya se lo había mencionado, que a mí este tipo de manejos de la conciencia social me producen mucho miedo. Retomo lo que le comenté en días pasados, los alemanes en la época del nazismo creían firmemente que los judíos eran malos, corruptos, ladrones etc. No estoy diciendo que Mockus pretenda crear una especie de xenofobia contra "los corruptos" pero habría que ser muy cuidadoso en la utilización social del término. ¿Usted se imagina que se empezara a discriminar por el sólo hecho de incumplir la ley? Una legalidad extrema sería casi como una dictadura de la norma, lo cual es bastante peligroso, teniendo en cuenta las mismas incoherencias que las normas traen.
El elemento moralizante, aparece, a mi juicio, en ausencia del componente religioso, a modo de sustitución. Como dice, Juan, eso no deja de tener riesgos importantes, pues al fin y al cabo, la finalidad de la política no es moralizar a las personas sino crear las condiciones para la vida buena de todos.
El Estado se estructura sobre la Constitución, por eso es un Estado de Derecho, o un Estado constitucional. Veo que en este punto, Usted tiene una confusión seria.
Lo invito, más bien, a que proponga una discusión sobre argumentos específicos, no sobre regaños.
Eso es más mockusiano, ¿no le parece?
P.D. Aclaro que no trato de acomodar mis ideas a ninguna candidatura, pues como Usted podrá comprobar, no trabajo para ninguna.
Lo invito a que tenga la valentía de sustentar sus afirmaciones.
Como verá, este es un blog, que pretende ser un foro de discusión. Se equivocó Usted pensando que se topó con una cloaca para vertir descalificaciones personales, más aún cuando no tengo el placer de conocerlo...
¿Por lo demás, ¿podría decirme en qué punto de mi crítica a Mockus "mezclo religión con derecho"?
P.D. Le agradezco su preocupación por mis alumnos, pero, como todos ellos son mayores de edad, está demás.
Concluyo con una frase de Nietzche que no te transcribo literalmente "Hay algunos que creen que la virtud es necesaria, pero en el fondo sólo creen que la policía es necesaria". Siganos haciendo pensar y entre más espinitas genere, más autoridad como profesor tendrá.
PD: Me enorgullezco de la clase que dio en filosofía del derecho sobre el Leviatán.