Dios en la campaña

Para el 53% de los colombianos encuestados recientemente, las creencias religiosas de los candidatos presidenciales es un tema importante para definir su voto. De esto se desprende un dato sociológico y otro político. El primero, es obvio decirlo, que Colombia es un país profundamente religioso, en el que alrededor de un 90% de los ciudadanos creen en Dios. El segundo, que no somos ajenos al fenómeno mundial de la creciente relevancia pública de la religión, evidenciada en las últimas décadas por influyentes acontecimientos históricos. Si se tienen en cuenta estos datos, no extraña porqué el supuesto ateísmo de Antanas Mockus ha suscitado debate en la campaña presidencial, o porqué Juan Manuel Santos dice que su principal diferencia con aquél es que sí cree en Dios. La respuesta de Santos tiene cierto cariz oportunista. Engrosa con ello la lista de quienes utilizan la religión con fines políticos y electorales. George W. Bush encabeza este elenco, por supuesto.

Pero también es cierto que las habituales y confusas disquisiciones mockusianas hacen su parte: él mismo ha dicho que es escéptico, que en su grupo no caben los argumentos religiosos, que no es muy practicante, y que es un católico excomulgado por haberse casado por lo civil. En este contexto, a la confusión se sumó la infortunada declaración del Cardenal Rubiano sugiriendo que Mockus sí es creyente, pues tiene muchos valores y es una persona recta. Como si lo uno implicase lo otro. Con ello, el Arzobispo de Bogotá se sumó a otro elenco: el de algunos Obispos afanados en expedir credenciales de catolicidad de políticos que, diciéndose católicos, no son practicantes, o sus decisiones contradicen la doctrina cristiana. El mismo Rubiano le habría comunicado discretamente hace algunos años al ex alcalde que su situación matrimonial no le permitía comulgar válidamente. Por ello, ¿qué necesidad hay de expedir certificados de catolicidad a quien reconoce que va a misa 4 o 5 veces al año? No es casual que ante tal declaración algunos hablaron del guiño “de la Iglesia” al candidato verde. Más preocupante es que un sacerdote jesuita resuma la cuestión en estos términos: “Me quedo con un ateo que respeta y promueve el absoluto ético y cristiano de la dignidad humana, y no con un supuesto católico que ordena ejecuciones extrajudiciales de miles de inocentes”. Supongo que además es el fiscal del caso…

Considero relevante indagar sobre las creencias religiosas de los candidatos a la Presidencia y a los cargos de elección popular. No para descalificar a quienes no sean creyentes. Tampoco para caricaturizar a quienes sí lo son. Tan probo en el manejo del Estado debe ser el católico no practicante, el ateo, como el que se dice devoto.

Lo que está fuera de dudas es que la cuestión salió del fuero íntimo de los candidatos y se convirtió en una cuestión pública, porque contrario a lo que creen algunos laicistas, en un país mayoritariamente creyente, es válido considerar esta situación en quienes pretenden gobernar. Para muchos la fe religiosa es una garantía de que la persona tiene consciencia de practicar valores y virtudes en el ejercicio público y de abstenerse de ciertos vicios. Aunque hoy está muy revaluada la estrecha relación que sugieren los filósofos políticos clásicos entre las virtudes personales y las habilidades públicas, como quiera que no siempre hay una relación causal entre una y otra, sí es legítimo preguntarse: ¿Alguien que no gobierne con rectitud su propia vida por qué habría de poder gobernar bien toda una nación?

Los ciudadanos deberíamos exigir de los líderes políticos coherencia entre sus convicciones y sus prácticas, entre su fe y su vida cotidiana. Pero también sinceridad para dar cuenta de cuáles son sus creencias. La religión es un asunto serio como para instrumentalizarlo o para menospreciarlo. Y en este, como en tantos temas, hay que promover la buena formación de la conciencia. Para que haya un voto democráticamente responsable.

Apostilla: Los reclamos de Ramiro Bejarano y Felipe Zuleta por la falta de imparcialidad y justicia de Semana al clasificarlos en el “tsunami antisantos” son cómicos. ¿O más bien cínicos?
Publicado en El Mundo, Medellín, 20 de mayo de 2010.

Bogotá, 18 de mayo de 2010.

Comentarios

Mónica Arango dijo…
Más que por su creencia religiosa, lo que a mí particularmente me inquieta de los programas de gobierno (no de la persona- candidato), es la postura frente a temas fundamentales que la Iglesia defiende o critica como la Vida desde su inicio hasta el final, la equidad de género, la familia... busco y no encuentro mucho. Me gustaría que columnistas como tu, con tu buen criterio y pluma, nos ayudaran a los ciudadanos de a pie a tener elementos al respecto, para tomar una decisión de la cual no nos arrepintamos luego...
Maldoror dijo…
Creo que ud rechaza, correctamente, que la filiación religiosa este relacionada con la buena administración de un gobernante o que implique que alguien sea más ético o moral.

¿Entonces, cual es el valor que puede dar la filiación religiosa? Creo que la pregunta es ¿Puede una posición moral sustentarse de alguna forma a través de una creencia religiosa o debe ser inferida exclusivamente de la razón? Creo que en últimas, toda forma de justificar un código ético o moral a través de la religión es irracional (así sea parcialmente), en tanto lleva forzadamente a una teoría del comando divino. Es decir, termina diciendo en última instancia que x o y es moral porque Dios lo ordenó así, lo cual desde luego es arbitrario y no responde la pregunta (en inglés la expresión es más precisa "it begs the question").

Así que en un análisis último, ese hecho social católico (por usar un término más acorde) que ud resalta como "relevante", no debería serlo bajo ninguna circunstancia.
Maldoror, sus comentarios son siempre muy estimulantes.

El cristianismo en cuanto religión, trae consigo una ética o moral, la cual, si bien se conoce racionalmente, tiene como fundamento último a Dios. Esto queda graficado en la doctrina de la ley natural. Pero eso no necesariamente implica el voluntarismo que Usted señala. En la ética cristiana, por ejemplo, el bien debe hacerse por sí mismo, porque es valioso, porque perfecciona al ser humano, y no prima facie porque Dios lo quiera (aunque evidentemente Él también lo quiere).
Lo relevante del hecho social católico es que, el creyente quiere saber si aquél por quien va votar comparte ese mismo codigo de creencias o no.
Y por eso es relevante, porque la religión tiene consecuencias prácticas, específicamente, éticas y morales. Y la política, como praxis humana, tiene a fin de cuentas un trasfondo ético o moral.
Mónica, lo que he visto es que, en general, y más allá de los matices, todos los candidatos tienen una postura políticamente correcta. Quizás Mockus y Petro más activista que los otros.
Quien sí se ha ocupado mejor del tema es Beatriz Campillo, te recomiendo su blog:
http://beatrizcampillo.blogspot.com/
Maldoror dijo…
Iván:

Creo que mi punto es que la teoría de la ley natural funciona bastante bien sin Dios. Ni Platón ni Aristoteles (que son los iniciadores de la teoría del derecho natural) necesitaron de Dios para justificar su concepción de lo justo. Su argumentación es meramente secular, como debe ser. Si el bien se hace porque es bien-en-si-mismo, entonces en última instancia Dios como factor explicativo es básicamente inecesario.
Unknown dijo…
Sin duda alguna el hecho de que Juan Manuel Santos sea creyente a direfencia de Mockus es un voto a su favor en una sociedad mayoritariamente creyente en donde el papel de la iglesia va muy ligado a la politica. El factor religioso a mi modo de ver, es tenido en cuenta por la mayoria de ciudadanos de a pie a la hora de ejercer su derecho al sufragio, por cuanto, consideran importante que su gobernante cuente con unos principios (virtudes) que empalme con sus conocimientos en cuanto a la administración de un pais. Considero que muy posiblemente ello se vea reflejado en las proximas elecciones.
Maldoror, de acuerdo con Usted, en el sentido que el conocimiento de la ley natural es independiente de la aceptación de Dios, específicamente de la revelación.
No obstante, el paso que da Santo Tomás, y que lo diferencia con Aristóteles, es que sitúa el fundamento de dicha ley en Dios. Por ello, Dios representa el fundamento último de la moralidad o la eticidad. Pero la aceptación del mismo implica ya la fe. Y ese paso no es imprescindible. En eso estamos de acuerdo.

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