El Papa en la hoguera mediática
“La guerra es entre el laicismo y el cristianismo. Los laicistas saben bien que, si una mancha de fango llegase a la sotana blanca, se ensuciaría la Iglesia, y si fuera ensuciada la Iglesia lo sería también la religión cristiana. Por esto, los laicistas acompañan su campaña con preguntas del tipo “¿quién más llevará a sus hijos a la Iglesia?”, o “¿quién más mandará a sus chicos a una escuela católica?”, o aún también “¿quién hará curar a sus pequeños en un hospital o una clínica católica?”. El autor de estas afirmaciones es un agnóstico, Marcello Pera, quien en una carta al diario Corriere della Sera advertía sobre lo que está detrás del escándalo mediático de los abusos sexuales de sacerdotes.Benedicto XVI se ha reunido con víctimas, ha hablado de penitencia, de conversión, de perdón, de reparación, ha confesado sentir vergüenza y remordimiento por estos pecados, le ha pedido a los responsables que se sometan a la justicia ordinaria. Como cabeza de la Iglesia, ha asumido la responsabilidad por lo ocurrido, ha actuado con la nobleza que viene de Dios. Sin embargo, para los medios de comunicación y ciertas élites intelectuales, el Papa tiene que ser culpable, debe renunciar, o incluso para algunos delirantes, debe ser arrestado por “crímenes contra la humanidad” (por supuesto, ellos determinan el contenido de este gaseoso concepto). Para otros, la Iglesia ha reaccionado con encubrimiento e indolencia hacia las víctimas, y este pontificado es una colección de escándalos. ¡Si al menos leyeran desprevenidamente algunos de los discursos del Papa!
Otros, más profundos, han hecho notar que una repuesta más eficaz al escándalo pueden chocar con la defensa de baluartes fundamentales como “el celibato, el papel de las mujeres en la Iglesia y la infalibilidad papal”. Es decir, el dilema de la Iglesia siempre es “cambiar o morir”, y este caso no sería la excepción. Desconocen, más allá de los chismes, qué fue el Concilio Vaticano II. Por eso, los titulares de prensa son sesgados, incompletos, tendenciosos, propagandísticos. Por ejemplo, se publicó recientemente que el Cardenal Castrillón felicitó a un Obispo francés por no denunciar penalmente a un cura pederasta de su diócesis. Sólo omitieron un detalle: que el Obispo tuvo conocimiento de dichos actos en la confesión, y dicho secreto es inviolable. Los periodistas, que no relevan su fuente ni ante la inminencia de guerra nuclear lo deben saber. Pero decir la verdad sobre la Iglesia no produce titulares en todo el mundo.
En fin, sólo quieren un mea culpa infinito. Cuando se intentan explicar las causas, rugen: “quieren justificarlo, relativizarlo, exculparse”. Sin embargo, para evitar que se repita, el Papa se ha referido a éstas: “los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona”. Además, ha habido autocrítica.
En un mundo que se precia de ser democrático, liberal, tolerante y humanitario, cierta opinión publicada ya le hizo un juicio al Papa. Por supuesto, sin oírlo. Lo han enviado a la hoguera de la difamación, de la manipulación de la información y del escándalo perpetuo. Los verdugos están en las salas de redacción. Y a ello contribuye la creciente e invencible (para muchos) ignorancia en cuestiones religiosas de ciertas élites occidentales.
El Papa y la Iglesia atraviesan un momento doloroso, sin duda. Pero una institución que ha sobrevivido durante dos mil años a persecuciones, odios, traiciones y deslealtades de todo tipo saldrá adelante, renovada, purificada, con nueva fuerza, jalonada por las “minorías creativas”. La Iglesia no perderá esta guerra. Ya ha ganado muchas batallas.
Apostilla: ¿Será que por fin sabremos la verdad jurídica sobre los vínculos de Piedad Córdoba con las Farc? Que el Procurador haga lo que la Corte Suprema no quiso.
Publicado en El Mundo, Medellín, 22 de abril de 2010.
Bogotá, 20 de abril de 2010.
Comentarios
JULIAN DAVID PEÑA