Firmin, de Sam Savage
La historia de este libro es bastante simple: una rata que nace en el sótano de una tradicional librería ubicada en la plaza Scollay de la ciudad de Boston en los años sesenta narra su vida, la cual transcurre entre miles de libros. Prácticamente su única compañía es Norman Shine, el librero de Pembroke Books, y más adelante Jerry, un vaganbundo y frustrado escribidor con quien el simpático roedor comparte sus últimos años de vida. Aprender a leer tan sólo es la muestra más clara del deseo que el roedor tiene por ser como los humanos. En efecto, Firmin lee libros, y hasta el periódico. Como cualquier ciudadano. También aprende, tiene consciencia de su entorno, siente melancolía y alegría, y como si fuera poco, se expresa con gestos y expresiones corporales, aunque no con el lenguaje, preciado instrumento reservado a los humanos, parecería decirnos Savage.La vida de esta extraña rata transcurre en la apacible tranquilidad de una librería. Allí lee horas y horas, contempla pacientemente al dueño y a los clientes, y vive la ilusión de convertirse paulatinamente en un ser diferente del que es: un roedor despreciado por los humanos, quienes ante cualquier oportunidad buscan acabar con él. En las tardes va al Rialto, un teatro en el que proyectan películas día y noche, y donde puede complementar la imaginación de los libros con escenas y personajes diferentes. Pero a pesar de la diversidad del mundo de Firmin, sus diálogos interiores –que son los del narrador del texto– giran en torno a la relación con Shine y Jerry. De ellos espera un trato de igual a igual, espera amistad, ni más ni menos, como en efecto ocurre parcialmente con este último, toda vez que el mendigo encuentra en Firmin una compañía silente y graciosa. Por el contrario, la relación con Shine se vuelve conflictiva desde que el librero descubre que el roedor habita en los anaqueles de su negocio. Ya se imaginarán su reacción...
Una de las grandes inquietudes que recorre al lector durante la novela es hasta qué punto la obra es una metáfora de la condición humana, y en este sentido, qué aspectos del ser humano quiere reflejar Sam Savage en la figura del pequeño Firmin, quien dicho sea de paso, detesta a Mickey Mouse y a Stuart Little. Creo que no solo la inquietud es válida sino que apunta a una intención real en el autor. Y en efecto, la melancolía, la soledad, cierto sinsentido y pesimismo, y acaso nihilismo en la vida de Firmin, parecen contener el mensaje de que la vida tiene un aspecto negativo y triste. Entiéndaseme bien, pero si por pasajes Firmin aparece muy humano, como en el dolor, en la lealtad a sus compañeros humanos, en el placer de leer y aprender, y en su deseo de superación, ¡por momentos aparece como demasiado rata! Es decir, demasiado bajo, rastrero y pesimista ante sí mismo, como en ciertas visitas al Rialto en la trasnoche, en su actitud hacia sus familiares y los de su especie, pero además, por las actitudes que con desilusión ve en los humanos. Quizás el mejor ejemplo de ello sea la actitud de Shine ante él, pues a su juicio es desleal. Savage parece querer transmitirle al lector la idea de que la ética es relativa, y que todo ser vivo lucha ante todo por su supervivencia. Cueste lo que cueste.
Por consiguiente, tengo la impresión de que Firmin. Aventuras de una alimaña urbana, no solo es una novela bien escrita, imaginativa y entretenida, sino que es algo más, es una metáfora sobre la condición humana. La obra logra transmitir la impotencia que experimenta Firmin por no poder ser lo que quiere ser, así como también la melancolía y cierta resignación ante un destino que parece inexorable: el de la soledad y el de la muerte. Al fin y al cabo, todo pasa, todo se destruye. Como la plaza Scollay, que un día los bulldozer la derribaron sin piedad, sin preguntar si para alguien representaba algo.
Bogotá, 7 de abril de 2010.
Comentarios