¿Es posible una ética universal?

¿Es posible proponer una ética universal en un mundo pluralista y secularizado como el nuestro? ¿Existen valores morales objetivos capaces de unir a los hombres y procurarles la paz y la felicidad? Estas y otras preguntas de crucial relevancia para la cultura contemporánea orientan el documento “En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural” elaborado por la Comisión Teológica Internacional. Allí se señalan algunos aspectos que merecen atención y reflexión. Y qué mejor ocasión para ello que estos días santos.

Producto del trabajo de varios expertos en materias relacionadas con la ética y la moral, el documento se divide en cinco capítulos, en los que se señalan las convergencias que se pueden rastrear en las diversas tradiciones religiosas y filosóficas acerca de la ley natural (capítulo uno), la forma como el ser humano percibe los valores morales y los adapta a su entorno (capítulo dos), los fundamentos filosóficos de la ley natural (capítulo tres), la ley natural como base del orden jurídico y político (capítulo cuatro), así como el fundamento teológico de esta (capítulo cinco).

Mucho se ha insistido en el diálogo como camino hacia un acuerdo universal de naturaleza ética. Hans Küng, Jürgen Habermas, Adela Cortina y muchos intelectuales se han ocupado del tema. En este contexto, la propuesta del documento de la Comisión pretende ir más allá de ciertas éticas discursivas y procedimentalistas, destacando el carácter profundamente antropológico de la ley natural y el papel de la razón práctica en la determinación de sus consecuencias existenciales. En la línea de documentos previos como las encíclicas Veritatis Splendor y Fides et Ratio de Juan Pablo II, el trabajo del dicasterio pontificio tiene el gran mérito de sugerir una aproximación existencial y profundamente humanista a la ética mediante la ley natural como su sustento. La aceptación de la misma no depende necesariamente de una adscripción religiosa, aunque solo ésta la lleve a su plenitud.

A mi juicio, el texto de la Comisión Pontificia debe entenderse en el persistente ánimo de la Iglesia Católica por hacer patentes puntos de encuentro con quienes no creen y con los creyentes de otras religiones, en la convicción de que tales aspectos comunes harán posible una convivencia más justa y fraterna. De este modo se encuadra la certeza que expresa el documento de marras de que la nuestra es una sociedad pluralista en la que es posible convocar a todos los hombres de buena voluntad a un diálogo a partir de la convergencia en el plano ético y antropológico. Al fin y al cabo, la cultura actual manifiesta una honda sensibilidad por la problemática ética, y la pregunta acerca de cómo debemos vivir sigue siendo un interrogante fundamental de la vida humana.

Además, el texto sale al paso de muchas de las críticas que históricamente se le han formulado a la doctrina de la ley natural: su presunto carácter rígido, abstracto o apriorístico, normativista y vertical, son respondidas una a una evidenciando por el contrario su dimensión dinámica, existencial y razonable, que se actualiza y se adapta a las distintas circunstancias mediante la prudencia de quien la debe aplicar a las situaciones concretas. También se aclara que el cristianismo no tiene el monopolio de la ley natural, aunque ello no obsta para reconocer que históricamente el pensamiento cristiano han sido su guardián y defensor más dilecto.

La ley natural, que es susceptible de ser conocida por la conciencia de cada hombre, sigue siendo el eje sobre el cual puede construirse una sólida ética personal y un orden político y jurídico más coherente con la dignidad humana. La ley natural se resume, en síntesis, en la máxima de “hacer el bien y evitar el mal”, y le permite a cada ser humano percibir los bienes morales fundamentales en forma inmediata y vital. En ello compromete su afectividad y su inteligencia, allanando el sendero hacia una vida lograda, algo a lo cual todos aspiramos.

Apostilla: No entiendo porqué quienes se someten a las reglas de una consulta partidista no terminan apoyando sin reservas al candidato ganador. ¿Partidismo de ocasión o simplemente malos perdedores?

Publicado en El Mundo, Medellín, 15 de abril de 2010, p. A3.

Medellín, 30 de marzo de 2010.

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