Retrato de la filotiranía

Quizás no sea tarde para reseñar un libro que publicó en 2001 The New York Review ok Books y que apareció en la editorial catalana Debate en 2004. Se trata de Pensadores temerarios. Los intelectuales en la política del profesor norteamericano Mark Lilla. El texto recoge seis ensayos independientes que tienen como propósito responder la pregunta de por qué algunos intelectuales del siglo XX han cedido a la tentación tiránica ya sea con su labor profesional o sobretodo, con su trabajo intelectual.

Teniendo como telón de fondo la respuesta a tal interrogante, Lilla repasa algunos de los hechos de la vida y el pensamiento de Heidegger, Schmitt, Kojève, Foucault, Benjamín y Derrida en los que a juicio del autor, tal tentación los arrastró bajo el sueño del paraíso en la tierra profana. Salvo el ensayo sobre Carl Schmitt en el que Lilla brinda por pasajes una visión simplista al dejarse llevar por los prejuicios ya clásicos de muchos autores liberales o de izquierda para juzgar la obra del jurista alemán, se trata de un libro que logra introducirnos en la experiencia de aquellos que en el siglo de los totalitarismos se dejaron arrastrar por el ideal de ver realizados políticamente sus ideas filosóficas pero sin tener en cuenta lo que esto llevaba consigo.

Más allá de la descripción de tales episodios, del análisis a partir de algunas correspondencias de los intelectuales en cuestión, las reflexiones de la obra en términos generales están bien documentadas y está elaborada desde una postura liberal honesta (en cuanto se muestra como tal). No obstante, el defecto que se desliza en las páginas es una cierta insuficiente incomprensión del contexto epocal en el que vivieron los autores, que a la sazón siempre termina condicionando no solo la concepción filosófica de los intelectuales sino también su propia experiencia laboral y profesional. Con ello no quiero sugerir que el contexto histórico impida hacer un juicio moral sobre las obras y los autores, sin embargo, tener en cuenta el contexto evita la tentación de emitir juicios simplistas. La censura moral de los gobiernos tiránicos en el texto es, a mi modo de ver, el telón de fondo al que se remite el profesor estadounidense en forma de legitimación de su crítica.

Sin duda, la virtud del texto de Lilla está en plantear el problema del intelectual filotiránico, término que acuña y a partir del cual se puede explorar lo que ya Platón había problematizado en sus diálogos. El ensayo de Lilla es exploratorio, no llega a una conclusión definitiva ni aplicable en todos los casos pues precisamente –y ese es uno de los vacíos de la obra– pierde de vista que los contextos históricos, sociales y culturales hacen muy difícil poder englobar todos los casos bajo una explicación. Sin embargo, se trata de un texto muy sugerente especialmente en la conclusión que extrae Lilla en el Epílogo según la cual, siguiendo una vez más a Platón, en la relación de los intelectuales con la política subyace una tentación interior que está presente en todos los seres humanos, pero que en la vida del intelectual se puede manifestar con mayor violencia y llevarlo por un sendero que conduce a la traición del amor por la sabiduría que ha declarado y que lo debería mover.

Arequipa, 12 de abril de 2008.

Comentarios

Carlos Timaná dijo…
interesante artículo, la verdad la relación entre filosofía política y praxis política siempre ha estado marcada por la lejanía, la plasmación de la teoría en una sociedad concreta siempre termina rebazada por la experiencia. Esto más que impedirnos soñar mejores sociedades nos debe abrir a una discusión metafísica sobre las finalidades del hombre aquí en la tierra y una discución antropológica que permita que el producto del hombre no termine por devolverse contra él.

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