Colombia, un extraño en la región
El sueño de millones de colombianos, esto es, la captura o la muerte en combate de uno de los cabecillas históricos de las FARC, ha devenido en pesadilla. La muerte de Raúl Reyes en la madrugada del pasado sábado ha suscitado una tormenta diplomática en la región cuyos efectos se sentirán por lo menos durante varios meses.
Aunque sea un escenario improbable e indeseable, la intervención armada de tropas venezolanas y ecuatorianas podría ocurrir. Tanto Chávez como Correa saben del costo que ello tendría económica y diplomáticamente en una época en que los conflictos interestatales son una notable excepción, y que, de ocurrir uno en éstas tierras, suscitaría el rechazo unánime de la comunidad internacional. No obstante, las reacciones de los dos mandatarios a lo ocurrido, han puesto en evidencia que están capitalizando el incidente fronterizo para recoger frutos políticos en sus respectivas naciones. Chávez, por cuenta de un debilitado escenario político heredado del fallido referéndum de diciembre y una inflación que alcanza el 22% aunada al desabastecimiento de alimentos, y Correa, por cuenta de la división interna que han suscitado sus propuestas constitucionales de transformación izquierdista, las cuales comienzan a augurar escenarios de polarización semejantes a los que ya padecen los venezolanos y los bolivianos. En éste contexto, exacerbar el anti-colombianismo ya existente en las dos sociedades ha sido la excusa perfecta de los dos gobernantes para obtener un respiro político.
Más allá de los efectos que tengan las ofensivas diplomáticas en el seno de la OEA, la ONU, y en los diferentes Palacios de Gobierno, hay un hecho irrefutable que el presidente Uribe deberá tener en cuenta: Colombia está prácticamente sola en la región en su combate contra las FARC. Enarbola un proyecto político de derecha que viene dando eficaces resultados en varios rubros. No obstante, ello lo convierte en un vecino incómodo en una época en la que el socialismo bolivariano del comandante venezolano ha ido conquistando mentes y corazones no solo en aquellos gobiernos que se declaran abiertamente afines a las ideas chavistas, sino incluso en aquellos que pregonan un discurso “moderado” de izquierda.
La reacción de la chilena Bachelet, presunta representante de la izquierda vegetariana –siguiendo la denominación de El regreso del idiota– ha evidenciado que más allá de las diferencias en el modelo económico, la izquierda latinoamericana coincide en su condena de lo que es visto como militarismo, guerrerismo, y en última instancia, en su rechazo al combate armado contra los grupos insurgentes que siguen apostando por los ideales de la revolución armada. Por ello es que han reaccionado al unísono mandatarios tan dispares como Cristina Fernández, Daniel Ortega y Michelle Bachelet. Hasta Alan García, a pesar del guiño disimulado a la posición del Gobierno de Uribe y su crítica a la injerencia chavista.
¿Qué implica esto? Que Colombia no puede esperar colaboración efectiva de sus vecinos en su combate contra las FARC. De hecho, seguramente no la esperaba ya ni de Caracas ni de Quito, y por eso a Correa se le informaron los resultados de una operación militar, puesto que quizás, de haberla anunciado antes de ejecutarla, se habría puesto en peligro. La muerte de Raúl Reyes ha definido las cosas ideológicamente en el continente, lo cual políticamente, siempre será preferible a las declaraciones ambiguas e hipócritas. Se ha evidenciado que las llamadas dos izquierdas subsisten como modelos económicos, pero no como modelos políticos.
Los colombianos debemos tomar conciencia de que lo que para nosotros es una pesadilla, para muchos hermanos latinoamericanos sigue siendo un sueño por realizar. ¡Qué le vamos a hacer! No han padecido a las FARC durante casi medio siglo.
Arequipa, 5 de Marzo de 2008.
Aunque sea un escenario improbable e indeseable, la intervención armada de tropas venezolanas y ecuatorianas podría ocurrir. Tanto Chávez como Correa saben del costo que ello tendría económica y diplomáticamente en una época en que los conflictos interestatales son una notable excepción, y que, de ocurrir uno en éstas tierras, suscitaría el rechazo unánime de la comunidad internacional. No obstante, las reacciones de los dos mandatarios a lo ocurrido, han puesto en evidencia que están capitalizando el incidente fronterizo para recoger frutos políticos en sus respectivas naciones. Chávez, por cuenta de un debilitado escenario político heredado del fallido referéndum de diciembre y una inflación que alcanza el 22% aunada al desabastecimiento de alimentos, y Correa, por cuenta de la división interna que han suscitado sus propuestas constitucionales de transformación izquierdista, las cuales comienzan a augurar escenarios de polarización semejantes a los que ya padecen los venezolanos y los bolivianos. En éste contexto, exacerbar el anti-colombianismo ya existente en las dos sociedades ha sido la excusa perfecta de los dos gobernantes para obtener un respiro político.
Más allá de los efectos que tengan las ofensivas diplomáticas en el seno de la OEA, la ONU, y en los diferentes Palacios de Gobierno, hay un hecho irrefutable que el presidente Uribe deberá tener en cuenta: Colombia está prácticamente sola en la región en su combate contra las FARC. Enarbola un proyecto político de derecha que viene dando eficaces resultados en varios rubros. No obstante, ello lo convierte en un vecino incómodo en una época en la que el socialismo bolivariano del comandante venezolano ha ido conquistando mentes y corazones no solo en aquellos gobiernos que se declaran abiertamente afines a las ideas chavistas, sino incluso en aquellos que pregonan un discurso “moderado” de izquierda.
La reacción de la chilena Bachelet, presunta representante de la izquierda vegetariana –siguiendo la denominación de El regreso del idiota– ha evidenciado que más allá de las diferencias en el modelo económico, la izquierda latinoamericana coincide en su condena de lo que es visto como militarismo, guerrerismo, y en última instancia, en su rechazo al combate armado contra los grupos insurgentes que siguen apostando por los ideales de la revolución armada. Por ello es que han reaccionado al unísono mandatarios tan dispares como Cristina Fernández, Daniel Ortega y Michelle Bachelet. Hasta Alan García, a pesar del guiño disimulado a la posición del Gobierno de Uribe y su crítica a la injerencia chavista.
¿Qué implica esto? Que Colombia no puede esperar colaboración efectiva de sus vecinos en su combate contra las FARC. De hecho, seguramente no la esperaba ya ni de Caracas ni de Quito, y por eso a Correa se le informaron los resultados de una operación militar, puesto que quizás, de haberla anunciado antes de ejecutarla, se habría puesto en peligro. La muerte de Raúl Reyes ha definido las cosas ideológicamente en el continente, lo cual políticamente, siempre será preferible a las declaraciones ambiguas e hipócritas. Se ha evidenciado que las llamadas dos izquierdas subsisten como modelos económicos, pero no como modelos políticos.
Los colombianos debemos tomar conciencia de que lo que para nosotros es una pesadilla, para muchos hermanos latinoamericanos sigue siendo un sueño por realizar. ¡Qué le vamos a hacer! No han padecido a las FARC durante casi medio siglo.
Arequipa, 5 de Marzo de 2008.
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