LA FRÁGIL INTEGRACIÓN SURAMERICANA


Un sismo político ha tenido epicentro en Asunción, la capital de Paraguay el pasado miércoles 19 de Abril. De un lado, el presidente venezolano Hugo Chávez declaraba su decisión –aún no formalizada con la secretaría de la CAN– de abandonar la Comunidad Andina de Naciones pues la considera “muerta” en razón de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos firmados recientemente por Colombia y Perú. A su vez, como buen discípulo, Evo Morales hizo eco de las intenciones de su mentor y señaló: “siento que tengamos algunos gobiernos de desintegración”.

De otro lado, y desde la misma ciudad vino la primera réplica, quizás más fuerte que el mismo sismo: el Presidente uruguayo Tabaré Vásquez declaró que el Mercorsur, tal como está planteado, “no sirve”. Y con ello dejó entrever nuevamente la inconformidad que sienten los hermanos menores del grupo (Uruguay y Paraguay) en relación con sus hermanos mayores (Brasil y Argentina) por las asimetrías en los intercambios económicos en el organismo austral.

¿Cómo se explica esta situación? ¿Se trata de un desastre político? ¿Existen gobiernos de desintegración en la región?

Los dos hechos señalados ponen en evidencia lo que ya es un secreto a voces: los organismos de integración suramericana son estructuras frágiles, excesivamente formales, que carecen de liderazgos aceptados por todos, diseñadas exclusivamente sobre el aspecto económico y comercial, pero ante todo, son organismos –tanto la CAN como Mercorsur– de los cuales los países miembros esperan en primer lugar resultados y beneficios para sí mismos, antes que para el continente o el organismo regional. Pareciera ser evidente que mientras no se alcance una intención “mínima” de todas las naciones por la búsqueda del bien común latinoamericano, difícilmente nuestros pueblos alcanzarán una mayor y mejor integración.

Asimismo, Chávez –que pretende ser el líder de la integración suramericana–, es consciente de que Estados Unidos tiene un peso innegable en el continente, y, en su mejor estilo –el de la autocracia y las decisiones radicales que prescinden del diálogo–, pretende presionar a los demás países para que esta importancia disminuya o por lo menos no aumente y así, la integración se haga a su manera. Esto, a pesar de los costos que tengan dichas presiones. Por ejemplo, la decisión de la salida de la CAN afectaría seriamente el comercio con Colombia –que en 2005 se incrementó en 29.4% y que representa actualmente 2.097 millones de dólares– pues Venezuela fuera de la CAN no estaría obligada a mantener la vía libre al flujo de mercancías con sus países vecinos.

Con todo esto uno se pregunta, ¿no es una contradicción que el comandante bolivariano que tanto invoca la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, critique a dos países hermanos por firmar un TLC? ¿No hace parte de su soberanía hacerlo o no, y con quien quieran? Quizás, ¿esperaba que se le consultara? ¿Venezuela pretende ser un socio único e irremplazable de los países suramericanos en el escenario de una economía global e interdependiente?

La pregunta a futuro es, ¿qué posibilidades de éxito tiene la integración suramericana bajo la batuta de Chávez? Su liderazgo no es admitido por todos, el peso de la variable del petróleo obliga a no contar con ella siempre en las mismas condiciones, y el proyecto de la revolución bolivariana es muy cuestionado y cuestionable no solo dentro sino fuera del país.
No creo que haya gobiernos de desintegración en la región, lo que sucede es que aún no se ha definido qué tipo de integración se quiere.

Cuando la política se convierte ante todo en comercio, cuando la política es escenario para la búsqueda de intereses individuales y no es búsqueda mancomunada del bien para todos –que supone el de cada uno–, quizás sea mejor no esperar mucho de la política, pues los sismos continuarán y le seguirán los terremotos.

Arequipa, Perú, 20 de Abril de 2006.

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