El Perú y las expectativas de un pueblo

En el Perú de estos días se siguen haciendo apuestas, cábalas, proyecciones y hasta predicciones. Pero no solo por el fútbol del Mundial que cada día está mejor -sobretodo lleno de goles y con un fútbol ofensivo que es como en realidad debe jugarse el fútbol-, sino por la política, y específicamente por el próximo gobierno del presidente electo Alan García.

Algunos desconfiados apuestan porque será desastroso como su gobierno de 1985 a 1990. Otros más optimistas creen en algo que habría operado en el llamado líder del pueblo y que es esencialmente humano: el arrepentimiento y el deseo de enmienda, aunada a una disimulada vanidad y un deseo de pasar a la historia con honores.
Pero quizás lo que subyace en todos los que habitamos esta linda e histórica tierra, es la esperanza. El deseo sincero de que las cosas mejoren.

Los problemas son múltiples y complejos como en casi todos los países, la diferencia estará en la sensatez que tenga García para continuar con lo que se viene haciendo bien, y modificar aquellos asuntos que no dan espera: la pobreza, la falta de educación y su crítico nivel, la corrupción y la inseguridad ciudadana. Ojalá lo haga sin populismos, desajustes fiscales y en el momento pertinente.
Pero ante todo, sería deseable que liderara un proyecto de país en el que todos los peruanos se sientan identificados. A pesar del estrecho margen de su triunfo en segunda vuelta -5 puntos porcentuales-, la ilusión que se cierne sobre él es notable.

Que la frágil y variopinta alianza nacionalista se esté deshaciendo acaso sea un signo de que algunos piensan -oportunístamente o no- que es necesario sumar esfuerzos y no ponerle más trabas a unas ruedas, que, quiera Dios, el nuevo gobierno debe saber conducir con sindéresis y prudencia.

El Perú se lo merece. Por su gente, su historia, y antetodo, por su porvenir como país. Ojalá esta vez, sus dirigentes estén a la altura.

Arequipa, 13 de Junio de 2006.

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