¿Por qué fracasa Colombia?

¿No les parece insólito que durante muchos años nuestro gran mérito futbolístico fue empatarle a la URSS y a Alemania en dos Mundiales; que la construcción de una doble calzada tarde una década o que haya sido un suceso colectivo que una película colombiana haya sido nominada a los Óscar?

Pues bien, el libro de Enrique Serrano ¿Por qué fracasa Colombia? (Editorial Planeta) sugiere respuestas a estas preguntas, pues se trata de una lúcida indagación en nuestra “alma nacional” que tiene como propósito mostrar porqué somos como somos. Para hacerlo, el escritor desmitifica nuestros lugares comunes e invita a pensarnos históricamente.

Las señas de nuestra identidad, compleja y contradictoria, habría que buscarlas según él en la colonia y no en la independencia, como es usual. Es decir, nuestro ADN colectivo se forjó en el siglo XVI cuando unos moriscos huyeron de Andalucía, Asturias, el País Vasco y Extremadura y vinieron a poblar estas tierras. Pero como nunca se sintieron seguros del todo no promovieron un proyecto político ambicioso y de largo plazo, sino que construyeron un refugio provisional. 

De allí nos viene que seamos un país a medio hacer, exuberante en fauna y flora pero escaso en héroes, visionarios y revolucionarios. Que dramatiza excesivamente su pasado y se regodea en sus tragedias. Una nación de ciudadanos medianamente honestos, bien hablados, bien vestidos, aseados y corteses en sus modales pero resignados, esnobistas, obsesionados por blanquear su sangre, deslumbrados por todo lo extranjero y dados a querer descrestar a los demás fanfarroneando con sus mediocres logros o sus hipócritas virtudes.

Somos también un pueblo moralista de marcada religiosidad ritualista, en el que aunque la Iglesia ha jugado un importante papel civilizador practica un catolicismo con rasgos judíos. De allí que el largo proceso de independencia grafique bien la tensión que aún persiste entre unas élites liberales y secularizadas y un pueblo de costumbres conservadoras. 

Aunque abundan los libros sobre aspectos y períodos de nuestro pasado, son bastante escasos los que proponen una visión de conjunto sobre lo que somos. El último que leí con esa intención, hace ya 10 años, fue La Nación soñada, de Eduardo Posada Carbó, que comienza preguntándose si los colombianos somos violentos por naturaleza. Parafraseando el título del texto de Acemoglu y Robinson, Enrique Serrano también se plantea una pregunta actual, la del fracaso colectivo, y se adentra en nuestra historia para hallar respuestas. De allí que pueda compararse con trabajos como los de Germán Arciniegas, Álvaro Gómez Hurtado, Cayetano Betancur y Fernando González. Se trata de una tradición intelectual no muy bien vista por el academicismo hiper-especializado pero que tiene mucho que decirnos.

El mérito de ¿Por qué fracasa Colombia? no está sólo en plantearle a los historiadores tesis polémicas y desmitificadoras, sino en proponerle al ciudadano promedio una narración concisa y aguda sobre nuestra idiosincracia hispánica que le ayudaría a entender porqué en nuestros empeños individuales y colectivos casi siempre nos quedan faltando cinco centavos para el peso. 

Publicado en El Espectador, 12 de abril de 2016, p. 24.

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