Pedagogía de la paz

La incipiente campaña por el SÍ y el NO ya está polarizada, para variar en esta sociedad de hinchas, entre el entusiasmo desmedido de los propagandistas oficiosos de la paz y el irredimible pesimismo de los críticos, también oficiosos. Por ello, la explicación prospectiva del proceso que ofreció el Jefe del equipo negociador del Gobierno Humberto de la Calle durante el Foro Semana Colombia 2016 ¿Para donde va el país? debería marcar el estilo de la pedagogía de la paz.

A diferencia de quienes sugieren que el acuerdo final será la panacea, de la Calle reconoce que este tan solo propiciará una “paz pequeña”, pues la “paz grande” requiere unas reformas institucionales y de cultura política que no dependen de La Habana. Cultura de la legalidad, fortalecimiento del Estado y romper el maridaje corrupto entre políticos locales y crimen organizado son algunas de las asignaturas pendientes del país. 

Y aunque los propagandistas sugieren que para querer la paz hay que repartir absoluciones y matizar el historial de las Farc, el negociador, por el contrario, reconoce que aunque el desescalamiento ha traído los días de menos violencia en cuatro décadas, ello no impide reconocer que la guerrilla ha seguido extorsionando. Seguramente tampoco se le ocultarán las joyas patrimoniales que los revolucionarios tienen en ricas costas o las tres veces que han negado conocer al maestro (en abortos).

Pero al mismo tiempo, frente a los críticos oficiosos que se han enredado en la discusión semántica según la cual dejar las armas no es lo mismo que entregarlas, el negociador advierte que lo importante es que no habrá armas en manos de las Farc y que eso lo garantizará la ONU, de acuerdo con la resolución del Consejo de Seguridad recién aprobada.

Y es que si los propagandistas suelen pecar por su candidez, los críticos oficiosos carecen de empatía. Es decir, les cuesta trabajo ponerse en el lugar del otro, aunque éste es, ni más ni menos, el principal enemigo público. El negociador, sin embargo, considera válidas las preocupaciones de las Farc de que sus líderes no puedan participar en política, como manda la norma constitucional, pues ello descabezaría su movimiento desde el vamos. También considera fundado su temor de que se repita el genocidio de la Unión Patriótica, pero advierte que, para evitarlo, los reinsertados tienen que renunciar a combinar todas las formas de lucha.

Si el debate público sobre la paz sigue polarizado entre la propaganda de los pacifistas y el adoctrinamiento de los críticos, seguiremos en este diálogo de sordos. Para tomarnos en serio la paz que vendrá necesitamos una pedagogía que muestre con honestidad que el acuerdo alcanzado -ojalá así sea en todos los puntos- fue el mejor dentro de lo posible. Los ciudadanos, entretanto, debemos evitar creer que la política es la realización de la utopía, pues la política es, ni más ni menos, el arte de lo posible. 

Publicado en El Espectador, 4 de febrero de 2016, p. 24.

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