Un plebiscito emocional
En Tantos tontos tópicos, Aurelio Arteta explica que los tópicos o lugares comunes son el cemento de nuestras relaciones cotidianas, un espacio familiar que habitamos con toda naturalidad y complacencia, y que nos evita tener que dar razones de todo lo que decimos. Pero también, advierte el filósofo, son dichos que no le dicen nada nuevo a nadie. Expresan lo que todos creen saber. Pues bien, "Soy Capaz" es el lugar común que allanaría el terreno de la "Paz total".
Que nos ayuda a cambiar el ‘chip’ colectivo, dicen algunos desprevenidos. Que es una ingeniosa forma de promover valores e ilusiones colectivas en este momento histórico, predican desde el establecimiento. Los más incautos han dicho que estamos ante el generoso compromiso de los empresarios con el país. Olvidan que en otros lados, éstos financian bibliotecas, parques e investigaciones. Cosas que perduran más de un período presidencial.
Pero pocos, en este unanimismo de buenas intenciones y eslóganes superficiales se han percatado de que más allá de los buenos propósitos y las micro-historias que merecen visibilizarse, estamos ante algo más serio que comprar productos blancos, levantar torniquetes o hacer frases ingeniosas que estimulen nuestra buena conciencia. Estamos ante una campaña publicitaria e ideológica que quiere hacerse cultura política.
La cultura política dejada en manos de publicistas y con la pretensión de generar un ambiente de optimismo cuando las encuestas muestran que el rechazo al proceso con las FARC y sus consecuencias se mantiene inalterado nos previenen contra la motivación de "Soy Capaz": una forma simplista de ambientar lo que los discursos y ahora los ladrilludos borradores de los negociadores no han sido capaces de lograr.
Tenemos derecho a los sueños colectivos. Pero una sociedad libre y e informada no puede darse el lujo de creer en utopías, pues abona el camino de su propia desilusión. Que buena parte de los empresarios y de la sociedad civil hayan comprado el producto gubernamental de una paz utópica y grandilocuente refleja nuestra proverbial tendencia a creer que basta con una actitud optimista para que las cosas cambien.
En un país con escasa cultura política, "Soy Capaz" está contribuyendo a sustituir en el imaginario colectivo las virtudes republicanas de compromiso con la ley, trato respetuoso hacia el otro y cuidado de lo público por unos eslóganes que significan tantas cosas que, al final, no significan nada. Y en vez de elevar el nivel del debate público sobre la negociación, "Soy Capaz" lo está reduciendo a un engañoso plebiscito emocional.
Hay que reconocer que "Soy Capaz" puso en evidencia que la paz significa muchas cosas para los ciudadanos. Pero seguimos sin saber si los señores que llevan décadas alzados en armas están de acuerdo con alguna de todas. Y, claro, lo más importante: si serán capaces.
Publicado en El Espectador, 28 de septiembre de 2014, p. 81.


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