Santos I: lo bueno, lo malo y lo feo
Lo bueno: haber iniciado una negociación con la guerrilla. Aunque en este momento ambos interlocutores se están mostrando los dientes, el desarrollo de una negociación que parece haber aprendido de los errores del pasado y que ya ha logrado consensos es el mayor logro del Gobierno. Aún estamos lejos de saber si culminará en un acuerdo que ponga fin al conflicto o en una ilusión perdida que se tornaría cíclica.
Lo malo: no haber aprovechado el apoyo mayoritario de la clase política para hacer reformas estructurales. Tan importante como el apoyo político y mediático es tener un proyecto en torno al cual construir consensos. Más allá de la equívoca paz total y de la insulsa Unidad Nacional, el Presidente fue incapaz de consolidar los procesos de seguridad y construcción del Estado que en 2010 mostraban una buena tendencia. En justicia pretendió contentar a todos y la reforma hizo agua. En educación, la concertación con los interesados llevó a la reforma a un punto de no retorno. Y en infraestructura, conocido es que la ola invernal dejó más obras de mitigación que ambiciosas obras públicas que modernizaran el país.
Lo feo: la mermelada repartida, untada y etiquetada en Palacio. El manejo de los recursos públicos ha sido impúdico e irresponsable: una reforma tributaria que perjudicó a la clase media, cupos indicativos para congresistas, inútiles altas consejerías, negociación en La Habana sin rendición de cuentas, billones de pesos invertidos en pauta publicitaria, viviendas gratis en vez de acueductos.
Ojalá Santos II no sea como los técnicos de fútbol que creen que cuando su equipo juega mal, pero gana el partido, no es necesario hacer cambios.
Publicado en El Colombiano, 3 de agosto de 2014.
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