Nos ponen a elegir entre el miedo y el chantaje

El discurso de ayer de Juan Manuel Santos es una muestra del tono, la forma y el ambiente de estas tres semanas que nos separan de la segunda vuelta: más polarización y más falsos dilemas. 

Polarización: Santos y Zuluaga hicieron una campaña basada en un discurso binario, propio del carácter dialéctico de la política y de su capacidad de dividir entre amigos y enemigos, pero simplista y engañoso. Con el estribillo de “paz sin impunidad”, el candidato del Centro Democrático recogió el clamor mayoritario de rechazo a las FARC y capitalizó la actitud errática del Presidente candidato frente a sus interlocutores de La Habana. Éste, por su parte, se enfocó en una “Paz total”, insistiendo que el fin del conflicto sería la panacea para el país. 

Para posicionar sus mensajes, recurrieron a la descalificación personal, a destruir al adversario magnificando escándalos de turbios estrategas e impresentables háckers. En una palabra, criminalizando el debate electoral. Es previsible que ello continúe. No sólo porque a todo ataque sobreviene una defensa, sino porque los árbitros institucionales y la gran prensa ya tomaron partido. 

Falsos dilemas: el 15 de junio elegiremos entre la guerra sin fin o el fin de la guerra, según Santos. Entre el futuro o el pasado, según Zuluaga. Son disyuntivas que sólo convencen a quienes creen obstinadamente -muchos, infortunadamente-, que Uribe y Zuluaga son jefes de una empresa criminal, o que Santos le entregaría el país a las FARC. Presentados de esta forma, estos dilemas pretenden generar miedo (Zuluaga) o chantajear (Santos) a los ciudadanos. Los profetas del miedo pintan un futuro sombrío cuyo modelo sería Cuba y Venezuela. Quienes hicieron del chantaje una estrategia de campaña nos dicen que el proceso no está politizado y que el Presidente-candidato -en sus propias palabras- no es imprescindible. Pero todo el tiempo advierten que sólo ellos lo pueden culminar. 

El miedo y el chantaje se parecen mucho: ambos criminalizan, desprecian los matices, la moderación y la autocrítica. Ambos conciben la política como convicción, y no como responsabilidad. Pero sobre todo, ambos consideran, erróneamente, que las FARC siguen siendo el principal problema del país. 

Ojalá Zuluaga y Santos entiendan el mensaje que les enviaron el 44% de ciudadanos que votaron por Ramírez, López, Peñalosa o en blanco: queremos una política diferente, nos preocupan otros temas, necesitamos otros enfoques, pero sobre todo, exigimos otro estilo de hacer política. Es decir, no más miedo. No más chantaje. 

Publicado en El Colombiano, 26 de mayo de 2014. 

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