Intolerancia liberal
El Presidente Santos sigue aludiendo a sus enemigos como “las extremas”, la derecha y la izquierda. Pero aún no identifica quiénes las conforman. Tira la piedra y esconde la mano, cuando lo que debe caracterizar el debate democrático es la transparencia y claridad de las posturas. Esta actitud es especialmente infortunada e irresponsable por su dignidad de Jefe de Estado, pero sobre todo, porque la ausencia de un debate político abierto y civilizado ha sido preámbulo de violencia en el pasado.
Pero no me ocuparé del Presidente. Suficiente tiene con el golpe de realidad que recibe ahora que resolvió salir de Palacio a recorrer el país. Me centraré en la alusión igualmente irresponsable que hacen algunos formadores de opinión de la extrema derecha.
En El Colombiano, Rudolf Hommes advertía sobre la presunta “ofensiva de la extrema derecha”. No se refiere propiamente a la reactivación de sectores del paramilitarismo o de formas de violencia instigadas por sectores militares, sino de “la derecha” sin más, y de los católicos. Dice que la extrema derecha ha perdido la caridad, que combina todas las formas de lucha y que pretende infiltrar las altas cortes para imponer sus creencias a todos, lo cual, según el ex-ministro, sería la antesala de una suerte de dictadura (gobierno ilimitado, ausencia de derechos, etc).
El problema de nuestros liberales, casi todos ellos discípulos de la escuela ideológica Gaviria (expresidente y exmagistrado) es que no toleran muy bien que los demás piensen diferente que ellos. Esto los lleva a dividir el mundo entre los progresistas, modernos, ateos y librepensadores como ellos, y el resto. Es decir, tienen en mente una utopía en la cual, en lo político, el Estado sería el educador y activista de los principios liberales; en lo económico, toda la desregulación posible; en lo moral, las personas deberían poder hacer lo que les de la gana. Que esto último más que liberal sea libertario es una distinción que los liberales criollos ni se formulan. Tal es su simplismo. Y su fe.
Nuestros liberales cuentan con una tribuna mediática que los aplaude, y por eso asumen que sus principios son auto-evidentes para todos, pero no los cuestiona que algunas de sus posturas no sean muy populares (léase, despenalización de droga, aborto, matrimonio entre homosexuales, adopción de parejas del mismo sexo) y más bien sean interpretadas como una contradicción del sentido común.
Más allá de la aceptación social de estas posturas, lo central es que nuestros liberales no son coherentes con su credo porque son intolerantes. De allí que su método no sea confrontar y discutir la postura contraria, sino caricaturizarla, ridiculizarla, descalificarla, pero sobretodo, menospreciarla. Acá entra en escena la victimización. Por ejemplo, cuando toda la prensa capitalina le hizo campaña a Carlos Medellín con el argumento de que un liberal debía llegar a la Corte Constitucional para “evitar que se pongan en riesgo las bases del Estado”, Hommes escribió que la ofensiva por tomarse las Cortes era ¡de la derecha y de los católicos!
A propósito, incluir en la extrema derecha a los católicos es absurdo. Primero porque “los católicos” no constituyen ni un partido ni grupos de presión organizados, más allá de los grupos pro-vida que, a decir verdad, cuentan con protestantes, creyentes de otras religiones y no creyentes entre sus filas. Y segundo, porque parece poco creíble decir que cuando algunos personajes quieren que prevalezcan sus opiniones las quieren imponer (católicos), pero cuando otros hacen lo mismo buscan salvar la humanidad (liberales). Pensándolo bien, quizás lo que molesta a los liberales es que sigan siendo unos pocos.
Publicado en El Mundo, Medellín, 17 de agosto de 2012.
Publicado en El Mundo, Medellín, 17 de agosto de 2012.
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