El segundo tiempo de Santos

La próxima semana el Presidente Santos comienza el segundo tiempo de su gobierno. Lo hace con el sol a cuestas, pues la reciente encuesta de Ipsos Napoleón Franco no permite llamarse a engaños: su popularidad va en picada (48% aprueba su gestión) y el inconformismo ante la situación del país ha crecido sustancialmente en los últimos meses (el 68% creen que vamos por mal camino). La percepción sobre desempleo, inseguridad y corrupción son lo suficientemente elocuentes como para impulsar cambios de fondo en las políticas gubernamentales, y no sólo de maquillaje o de comunicación.

Por ejemplo, sería deseable una mayor presencia y ofensiva del ejército en todo el territorio nacional. Aunque el Gobierno se empeñe en afirmarlo, las Farc no están en sus madrigueras, pues si lo estuvieran, no estarían haciendo atentados, secuestrando y atemorizando de nuevo a la población de algunos municipios de los que habían sido expulsados. En las ciudades y el campo, la estrategia debería fortalecer la labor de inteligencia y de colaboración ciudadana con la fuerza pública,  para que no siga habiendo lugares vedados para ésta. 
Los mensajes del Gobierno sobre el conflicto han sido equívocos, y por eso, aún no sabemos si pasará a la historia como el Gobierno que continuó el debilitamiento de la guerrilla iniciado por Álvaro Uribe, o como el que selló un acuerdo de paz. Aunque en Palacio se mueren de las ganas de encasillarse en lo segundo, aún no conocemos hechos concretos que muestren la voluntad inequívoca de las Farc por adelantar un proceso que no termine en una nueva frustración colectiva como el Caguán. Las declaraciones de Fabián Ramírez no deberían suscitar entusiasmo: se requieren hechos de paz y no retórica marrullera. 

El otro frente crítico para el segundo tiempo es la lucha contra la corrupción. Después de la fallida reforma a la justicia quedó claro que la Unidad Nacional era la fórmula para tener a toda la clase política comiendo del mismo plato. Pero haría mal el Presidente si no se da cuenta que dicha fórmula se agotó, no solo porque los resultados legislativos no sirvieron para implementar las reformas estructurales que el país necesita, sino porque los congresistas le cobrarán más caro su apoyo, y eso podría propiciar más clientelismo y que siga aumentando la burocracia estatal. 

Ahora bien, en el segundo tiempo se puede dar un contragolpe: que el Presidente decida buscar la reelección. Esto habría que darlo por descontado. En ese escenario, Santos puede empezar a implementar medidas de corte populista. Las 100.000 casas es el primer ataque. Pero no lo tendrá fácil ante un escenario económico que camina hacia la desaceleración. Ante la posibilidad de la reelección, no cabe duda que la clase política rodeará al Presidente, por supuesto, no sin antes invocar el sincero y gratuito patriotismo que supuestamente ello implica. La pregunta es: ¿lo acompañarán los ciudadanos? ¿Tendrá un índice de popularidad respetable a finales del 2013 como para lanzarse? De seguir las cosas como van, este jugador se quedará sin piernas, y será necesario hacer un cambio. El problema es que en el banco aún no aparecen los relevos. 

Por eso, lo mejor que podría hacer el Presidente es dedicarse a gobernar, más que allanar el camino a su reelección. A fin de cuentas, para eso fue elegido, y hasta ahora, por intentar contentar a todos ha terminado por desilusionar a los ciudadanos, que son precisamente quienes decidirán si le van a dar cuatro años más. De seguir las cosas como van, este partido se va definir sin necesidad de una prórroga. 

Publicado en El Mundo, Medellín, 3 de agosto de 2012.   

Comentarios

Entradas populares