Prosperidad para algunos


Dice el adagio popular que al pobre no hay que darle el pescado, sino enseñarle a pescar. Con la iniciativa de regalar 100.000 casas a los más pobres,  el gobierno desconoció este principio de sabiduría popular que simplemente pone de presente que cuando las cosas cuestan se aprecian y se cuidan mejor. Pero también ignoró que este dicho alerta sobre el hecho de que quien recibe, se acostumbra a que le den. Lo vemos en los semáforos…

Pero ojalá la iniciativa gubernamental sólo planteara inquietudes sobre su conveniencia o sostenibilidad. Preocupaciones de orden constitucional y presupuestal salen al paso para aguar la fiesta, aunque muchos prefieran ignorarlas, embriagados quizás con la falaz idea de que vamos bien, porque no estamos (como nos dijeron) que estábamos antes. O porque no se han percatado que el costoso regalo no saldrá de la fortuna personal del presidente o el ministro beneficiario, sino del bolsillo de todos los contribuyentes.

En lo constitucional, la iniciativa debe superar el obstáculo del artículo de la Carta política que le prohíbe al poder público hacer donaciones a personas naturales, así como el análisis que la Corte Constitucional llevará a cabo teniendo en cuenta la recién aprobada regla fiscal. No obstante, preocupa el hecho de que esta propuesta sea interpretada por algunos como una forma de revivir los auxilios parlamentarios y las dádivas que, otorgadas discrecionalmente por  politiqueros, podemos anticipar para qué servirán. No obstante, pocos se han atrevido a alertar sobre el populismo que comporta la medida, pues populista es un término inapropiado para calificar a un gobernante con pretensión de estadista.

Preocupante también que aún no sepamos cómo se van a manejar las expectativas de quienes sienten que pueden ser beneficiados con el generoso  regalo. Ya un alcalde encontró una mañana en su despacho una larga cola de interesados, y le tocó devolverlos a su casa luego de ponerlos a firmar una lista que quizás ni él mismo sabe para qué servirá.

Pero además, llama la atención que un gobierno que se ufana de contar con varios tecnócratas se la juegue por implementar un sistema de subsidios y dádivas que van generando sectores enteros de la población acostumbrados a la limosna estatal. Un breve recorrido por la Argentina de los Kirchner o mejor, por la patria del nuevo mejor amigo les podría ilustrar el efecto bumerán de dichas políticas, especialmente el desincentivo que trae para el trabajo y el ahorro.

En fin, al parecer los asesores de Palacio estaban tan conmocionados por la caída vertiginosa del presidente en las encuestas que necesitaban generar un golpe de opinión. Sólo que éste cuesta, mal contados, cuatro billones de pesos. Quizás habría sido mejor si hubieran escuchado el consejo de los asesores de oficio que por aquellos días señalaron que está bien que Santos caiga en las encuestas, pues al fin y al cabo los niveles de aprobación de Uribe eran artificiales (¡!). Si les hubieran hecho caso, por lo menos no tendríamos que pagar todos la vanidad de querer ser popular posando de populista.       

Apostilla: La sanción a Alonso Salazar es el mundo al revés. ¿Cuánto cuesta  una reelección de la Procuraduría?

Publicado en El Mundo, Medellín, 11 de mayo de 2012. 

Comentarios

ElAlispruz dijo…
¿Quién dice que la sanción a Alonso Salazar es el mundo del revés? Ya era hora que alguien le pusiera un tatequieto a semejante "joyita".Aunque la verdad yo lo habría premiado: ¡el peor alcalde en la historia de la ciudad!

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