Las opiniones del Vice
Hizo mal el Presidente al enfocar las discrepancias públicas del Vicepresidente Garzón como una cuestión de lealtad, lo que lo llevó a afirmar su autoridad, pues al fin y al cabo, Angelino está cumpliendo el papel que en la campaña, el propio Juan Manuel Santos prometió que tendría su co-equipero: discurso social y acercar al gobierno a las poblaciones humildes. Por supuesto que no está bien que el Vicepresidente exprese en público sus diferencias con el Gobierno del que hace parte, pues debería hacerlo adentro. Aunque si Angelino ventila sus discrepancias en los medios, quizás es porque su opinión no es escuchada o tenida en cuenta en el gabinete, o por el mismo Presidente. Si así fuere, habría que concluir que cuando Santos lo eligió como fórmula vicepresidencial, sólo pretendía utilizarlo electoralmente para enviar el mensaje de que le importaba “lo social”. Además, esto confirmaría la impresión de que está gobernando el país con técnicos de su confianza y buena hoja de vida, pero con poca sensibilidad social, lo cual es preocupante.
El ex sindicalista debe ser el polo a tierra de un gobierno cada vez más bogotanizado, con poca representación de las regiones, y de tecnócratas uniandinos o javerianos estrato seis (los últimos cuatro ministros nombrados encajan en este perfil). No se le puede impedir al Vice que cumpla el papel de moderar algunas decisiones gubernamentales y de recordarle a sus colegas las preocupaciones de los ciudadanos de a pie porque es inconveniente la forma como lo hace.
Es preocupante que el unanimismo político y mediático están llevando al Presidente a sobredimensionar cualquier crítica seria a sus políticas. Infortunada fue la asociación que hizo en su momento entre los críticos de la ley de víctimas y la “mano negra”. Ahora también lució poco tolerante a las discrepancias: le mostró la puerta de salida al Vice, como si éste fuese un ministro que puede destituir al instante, desconociendo que el diseño institucional le otorgan a Garzón la dependencia del Presidente para que le asigne funciones concretas, pero, al mismo tiempo, le dan la estabilidad de un cargo que se lo debe a la Constitución y a los votos. Aunque seguramente ninguno de los dos ha cambiado de opinión, el martes hicieron las paces porque se necesitan mutuamente.
Preocupante también, además de absurdo, es que el coro del unanimismo mediático advierta una y otra vez que las salidas de Angelino obedecen a motivaciones políticas. Como si no las tuviera el espejo retrovisor de Germán Vargas Lleras o de Juan Camilo Restrepo quienes, coincidencialmente, sólo destapan escándalos que involucran al uribismo. Angelino, como tantos de sus compañeros de gobierno, tiene ambiciones presidenciales, es obvio. Pero sabe que, en ausencia de grandes ejecutorias –pues no tiene a cargo una cartera–, debe valerse de lo que él llama “el derecho a pensar y a opinar” para sobresalir. Y si bien la forma en que lo hace no es la más adecuada, es innegable que le imprime sentido común y sensibilidad social a un gobierno que está administrando el país desde la altura del centro de Bogotá, casi desde Monserrate.
Por eso, la voz del Vice no sólo es necesaria para el gobierno, sino para el país. Pero no sólo para el aplauso de la tribuna, o para contentar a algunos sectores sociales, sino para tomar en serio lo que dice.
El ex sindicalista debe ser el polo a tierra de un gobierno cada vez más bogotanizado, con poca representación de las regiones, y de tecnócratas uniandinos o javerianos estrato seis (los últimos cuatro ministros nombrados encajan en este perfil). No se le puede impedir al Vice que cumpla el papel de moderar algunas decisiones gubernamentales y de recordarle a sus colegas las preocupaciones de los ciudadanos de a pie porque es inconveniente la forma como lo hace.
Es preocupante que el unanimismo político y mediático están llevando al Presidente a sobredimensionar cualquier crítica seria a sus políticas. Infortunada fue la asociación que hizo en su momento entre los críticos de la ley de víctimas y la “mano negra”. Ahora también lució poco tolerante a las discrepancias: le mostró la puerta de salida al Vice, como si éste fuese un ministro que puede destituir al instante, desconociendo que el diseño institucional le otorgan a Garzón la dependencia del Presidente para que le asigne funciones concretas, pero, al mismo tiempo, le dan la estabilidad de un cargo que se lo debe a la Constitución y a los votos. Aunque seguramente ninguno de los dos ha cambiado de opinión, el martes hicieron las paces porque se necesitan mutuamente.
Preocupante también, además de absurdo, es que el coro del unanimismo mediático advierta una y otra vez que las salidas de Angelino obedecen a motivaciones políticas. Como si no las tuviera el espejo retrovisor de Germán Vargas Lleras o de Juan Camilo Restrepo quienes, coincidencialmente, sólo destapan escándalos que involucran al uribismo. Angelino, como tantos de sus compañeros de gobierno, tiene ambiciones presidenciales, es obvio. Pero sabe que, en ausencia de grandes ejecutorias –pues no tiene a cargo una cartera–, debe valerse de lo que él llama “el derecho a pensar y a opinar” para sobresalir. Y si bien la forma en que lo hace no es la más adecuada, es innegable que le imprime sentido común y sensibilidad social a un gobierno que está administrando el país desde la altura del centro de Bogotá, casi desde Monserrate.
Por eso, la voz del Vice no sólo es necesaria para el gobierno, sino para el país. Pero no sólo para el aplauso de la tribuna, o para contentar a algunos sectores sociales, sino para tomar en serio lo que dice.
Apostilla: La Colección Vitral de Editorial Norma hizo grandes aportes a la discusión pública nacional. Lástima que sus dueños no hayan visto que esto genera otro tipo de rentabilidad.
Publicado en El Mundo, Medellín, 23 de noviembre de 2011, p. 4A.
Bogotá, 21 de noviembre de 2011.
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