Mamá
En estos días, la política nacional es un sucio juego de mezquindades y rencillas personales justificadas con palabras grandilocuentes que pueden hacer pensar que a sus protagonistas los mueve el compromiso con el país. En un escenario como este, es difícil intentar un análisis. Por eso, amable lector, le propongo que dediquemos estos dos minutos a hablar de libros, pues se aproximan unas vacaciones en las que habrá tiempo para ponerse al día en lecturas. Vaya mi primera recomendación, una bella novela titulada “Mamá”.
Joyce Carol Oates es una prolífica escritora norteamericana, cuyas novelas se empezaron a difundir entre nosotros hace dos años por la traducción de Alfaguara de “La hija del sepulturero”. Este año se publicó “Mamá”, un hermoso texto en el que la autora le rinde un sentido homenaje a su madre: “Ésta es la historia de cuánto echo en falta a mi madre. Algún día, de una forma única, será también tu historia”, escribe Oates, de quien se dice, podría ganar el Nobel de Literatura. “Mamá” es un relato parsimonioso, sentido y conmovedor de la vida de Nikki Eaton, una joven mujer hippy, o sencillamente desabrochada, que trabaja como periodista free-lance en su pueblo Chautauqua Falls. Un mal día encuentra a su mamá brutalmente asesinada en el garaje de su casa. A partir de allí, Nikki emprenderá una suerte de viaje interior en el que, al tiempo que tomará consciencia paulatinamente del amor que sentía por ella, empezará a imitar algunos de sus hábitos, acaso en forma de homenaje póstumo. Todo ello ocurre mientras sobrelleva una relación tormentosa con Clare, su hermana neurótica y perfeccionista que la juzga todo el tiempo con severidad, aunque su vida no anda mejor.
La tarea de ordenar las cosas de la casa materna trae consigo el adentrarse en ese mundo misterioso que Nikki siempre contempló desde fuera. Allí encuentra las amigas de su madre, sus vecinas, sus recuerdos, y la memoria de su padre. También la persigue el inminente juicio al asesino de la querida Gwen. Todo ello la retrotrae al dolor de una muerte que llegó repentinamente, sin avisar: “La última vez que ves a alguien y no sabes que será la última vez. Y todo lo que ahora sabes, ojalá lo hubieras sabido entonces… Pero no lo sabías, y ahora es demasiado tarde. Y te dices: “¿Cómo iba a saberlo? No podía saberlo”.
Tanto “Mamá” como “La hija del sepulturero” expresan una sensibilidad femenina muy fina. Sus personajes principales no sólo son mujeres comunes y provincianas, sino que además, son mujeres que viven experiencias muy propias del género femenino: la compasión, el cuidado de los demás, su conexión con su propio mundo interior, un largo sufrimiento pacientemente soportado. Viven también un gran drama: un amor no suficientemente correspondido, lo que las lleva a la búsqueda permanente de un amor incondicional que aparece esquivo, que se presenta dificultoso y tormentoso. Ciertamente, el hombre según Oates es un ser tosco, patán y mujeriego. Mentiroso, pues está acá y allá, o mejor, quiere estar allá aunque esté acá. Pero siempre hay esperanzas.
En una época en que la reflexión sobre la mujer ha sido capturada por un feminismo radical que se presenta bajo los eslóganes de la ideología de género, la literatura de Oates revela una condición femenina noble, sensible, poseedora de una genialidad que para afirmarse no requiere de cambios del lenguaje como los de aquella ministra española que habla de “miembros y miembras”, ni de discursos neomarxistas trasnochados que conciben a la mujer como una esclava cuyos “derechos sexuales y reproductivos” (el aborto, el primero de ellos) lograrán emancipar. La grandeza de la mujer no está fuera de ella, sino en su interior, en ser como es: única y femenina. Complemento, y no antagonista del hombre.
Apostilla: Jugando mal, con una defensa lenta e insegura, con unos extranjeros cuya promesa nunca se cumplió, y con un técnico que le quedó grande el reto, Atlético Nacional termina este semestre como los pasados: eliminado y aburguesado. ¿Cuántos jugadores, además del técnico, van a salir? Menos sueldos, más sacrificio, y renovación para el próximo año. Se lo merece la mejor hinchada del país.
Publicado en El Mundo, Medellín, 2 de diciembre de 2010.
Bogotá, 1 de diciembre de 2010.
Joyce Carol Oates es una prolífica escritora norteamericana, cuyas novelas se empezaron a difundir entre nosotros hace dos años por la traducción de Alfaguara de “La hija del sepulturero”. Este año se publicó “Mamá”, un hermoso texto en el que la autora le rinde un sentido homenaje a su madre: “Ésta es la historia de cuánto echo en falta a mi madre. Algún día, de una forma única, será también tu historia”, escribe Oates, de quien se dice, podría ganar el Nobel de Literatura. “Mamá” es un relato parsimonioso, sentido y conmovedor de la vida de Nikki Eaton, una joven mujer hippy, o sencillamente desabrochada, que trabaja como periodista free-lance en su pueblo Chautauqua Falls. Un mal día encuentra a su mamá brutalmente asesinada en el garaje de su casa. A partir de allí, Nikki emprenderá una suerte de viaje interior en el que, al tiempo que tomará consciencia paulatinamente del amor que sentía por ella, empezará a imitar algunos de sus hábitos, acaso en forma de homenaje póstumo. Todo ello ocurre mientras sobrelleva una relación tormentosa con Clare, su hermana neurótica y perfeccionista que la juzga todo el tiempo con severidad, aunque su vida no anda mejor.
La tarea de ordenar las cosas de la casa materna trae consigo el adentrarse en ese mundo misterioso que Nikki siempre contempló desde fuera. Allí encuentra las amigas de su madre, sus vecinas, sus recuerdos, y la memoria de su padre. También la persigue el inminente juicio al asesino de la querida Gwen. Todo ello la retrotrae al dolor de una muerte que llegó repentinamente, sin avisar: “La última vez que ves a alguien y no sabes que será la última vez. Y todo lo que ahora sabes, ojalá lo hubieras sabido entonces… Pero no lo sabías, y ahora es demasiado tarde. Y te dices: “¿Cómo iba a saberlo? No podía saberlo”.
Tanto “Mamá” como “La hija del sepulturero” expresan una sensibilidad femenina muy fina. Sus personajes principales no sólo son mujeres comunes y provincianas, sino que además, son mujeres que viven experiencias muy propias del género femenino: la compasión, el cuidado de los demás, su conexión con su propio mundo interior, un largo sufrimiento pacientemente soportado. Viven también un gran drama: un amor no suficientemente correspondido, lo que las lleva a la búsqueda permanente de un amor incondicional que aparece esquivo, que se presenta dificultoso y tormentoso. Ciertamente, el hombre según Oates es un ser tosco, patán y mujeriego. Mentiroso, pues está acá y allá, o mejor, quiere estar allá aunque esté acá. Pero siempre hay esperanzas.
En una época en que la reflexión sobre la mujer ha sido capturada por un feminismo radical que se presenta bajo los eslóganes de la ideología de género, la literatura de Oates revela una condición femenina noble, sensible, poseedora de una genialidad que para afirmarse no requiere de cambios del lenguaje como los de aquella ministra española que habla de “miembros y miembras”, ni de discursos neomarxistas trasnochados que conciben a la mujer como una esclava cuyos “derechos sexuales y reproductivos” (el aborto, el primero de ellos) lograrán emancipar. La grandeza de la mujer no está fuera de ella, sino en su interior, en ser como es: única y femenina. Complemento, y no antagonista del hombre.
Apostilla: Jugando mal, con una defensa lenta e insegura, con unos extranjeros cuya promesa nunca se cumplió, y con un técnico que le quedó grande el reto, Atlético Nacional termina este semestre como los pasados: eliminado y aburguesado. ¿Cuántos jugadores, además del técnico, van a salir? Menos sueldos, más sacrificio, y renovación para el próximo año. Se lo merece la mejor hinchada del país.
Publicado en El Mundo, Medellín, 2 de diciembre de 2010.
Bogotá, 1 de diciembre de 2010.

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