Dados cargados

En el país, el debate público sobre temas éticos, jurídicos y políticos controvertidos es un juego de dados cargados. Algo semejante sucede en otros lugares. Aplicado al ámbito occidental, este diagnóstico fue formulado hace varias décadas por Eric Voegelin, quien planteaba que el debate público en las sociedades occidentales se convertía en una cuestión asimétrica, desigual. Según el profesor de la Universidad de Stanford, la explicación se hallaba en que el gnosticismo había marginado el debate teórico de la discusión pública, por ello, aunque el debate podía protegerse mediante garantías constitucionales, sólo se lo podía establecer por medio de la disposición a usar y aceptar la discusión teórica. Y ello sucedía tanto en las sociedades totalitarias, en las que, por supuesto la discusión pública estaba absolutamente dirigida y manipulada –como lo mostró Orwell en 1984– como en las sociedades progresistas.

El diagnóstico de Voegelin no puede ser más profético. Recientes ejemplos de ello encontramos en la forma como los medios de comunicación presentaron la discusión sobre el matrimonio homosexual con ocasión del estudio del mismo en la Corte Constitucional que terminó con un fallo inhibitorio; y sobre el aborto, que volvió a quedar planteado debido al proyecto de acto legislativo que busca hacer explícita la defensa de la vida humana desde la fecundación hasta la muerte natural, y que es promovido, entre otros, por el partido conservador.

En el primer caso, a pesar de que un estudio del Observatorio de medios de la Universidad de La Sabana daba cuenta de que el 66% de los bogotanos estaban en contra del matrimonio gay, y 82% reprobaba la adopción por parte de dichas parejas, tanto El Tiempo como RCN decidieron mostrar una encuesta de la Secretaría Distrital de Planeación de Bogotá, en el que las cifras eran favorables al matrimonio homosexual. El caso quedaría en la preferencia de los editores por una u otra encuesta sino se tuviera en cuenta que el estudio del Observatorio fue dado a conocer el día antes de la decisión de la Corte de inhibirse para fallar sobre el tema, mientras que el de la Alcaldía ¡había sido presentado hace casi tres meses! Era un refrito, como dicen los periodistas. ¿Puede ser presentado como noticia algo que ocurrió hace varios meses? ¿O hay un interés de que se presenten solamente las posturas políticamente correctas sobre ciertos temas, a costa, incluso, de la manipulación de la información?

En el tema del aborto pasa algo semejante. Quienes se oponen a él son caricaturizados y ridiculizados, como ocurrió en el caso del debate por la construcción la Clínica de la Mujer en Medellín. Recientemente, un columnista de Semana, conocido por su alinderamiento usualmente acrítico con los últimos gobiernos, escribe que quienes pretenden prohibir el aborto “se resisten a salir del Medioevo y admiran en secreto a los talibanes”. Con igual prejuicio, el autor sugiere que quienes afirman el valor absoluto de la vida lo hacen por defender un dogma religioso (¿?). Además, cuestiona su autoridad moral para enfrentar el tema porque ¡no condenaron el bombardeo a la guarida del Mono Jojoy! No sé si atribuir esta andanada a la táctica de algunos conservadores por mostrarse liberales en temas morales para ser considerados moderados, o simplemente, al viejo recurso sofista.

De cualquier forma, aunque el laicismo a ultranza es una postura que sostienen principalmente ciertas élites políticas e intelectuales, causa asombro el nivel de agresividad de los foros virtuales sobre estos temas. Por eso, harían bien los medios en no azuzar formas de conflicto entre los ciudadanos. Como lo vio Rawls, el pluralismo de concepciones morales, religiosas y filosóficas es un hecho en las sociedades democráticas. Ahí está, quiéranlo o no quienes dan forma a la opinión publicada. Reconocer y respetar dicho pluralismo, dar voz a las diferentes posturas –y no sólo a las pretendidas “progresistas”–, promover una auténtica discusión pública en la que prevalezcan los mejores argumentos son elementos indispensables para un juego democrático limpio y equilibrado. De lo contrario, ciertos medios deberían aclararnos que lo suyo no es informar si no adoctrinar.

Publicado en El Mundo, Medellín, 18 de noviembre de 2010.

Bogotá, 16 de noviembre de 2010.

Comentarios

Anónimo dijo…
De verdad que la arbitrariedad de laos medios para direccionar la atención pública alo que les interesa es descarada!!! Hace mucho pero mucho daño, excelente su columna comparto completamente su opinión!!!!
ElAlispruz dijo…
Iván muy buen artículo, respetuoso y bien argumentado mostrando como quedan en ridículo las "mentes progresistas" que viven hablando de la edad media. En estos días Mónica Roa hizo una manifestación ante la Procuraduría, escribieron con velas ¡abajo el oscurantismo!. Lo extraño es que era de noche, y yo me pregunto si les choca la oscuridad ¿por qué no salen en medio del día? La elección del título es perfecta, no solamente porque un dado denota la arbitrariedad del azar, sino porque es un dado cargado.

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