¡Facebook?
Me resistí mucho a abrir una cuenta en Facebook. Lo hice recientemente por curiosidad, y con el ánimo de explotar las cosas buenas que dicen que tiene. Ahora, mi juicio sobre esta red social no es muy diferente del que tenía antes: depende cómo y para qué se use. No comparto el análisis que han hecho algunos críticos de las redes sociales, pues traslucen cierta perspectiva maniquea, como si las herramientas tecnológicas fueses buenas o malas absolutamente y en sí mismas. Hay que cambiar el enfoque, y reconocer que, ante todo, Facebook es un fenómeno sociológico. Dos hechos: Primero, la marcha más significativa de nuestra historia reciente (el 4F) fue convocada allí, lo que evidencia las posibilidades de movilización de la sociedad civil. Segundo, hace unos meses se promovió una protesta masiva para desactivar las cuentas. Resultado: de los 400 millones de usuarios, sólo lo hicieron el 000.8%, es decir, 32.000 personas.
Facebook evidencia una paradoja de nuestro tiempo: la mayor interconexión y la facilidad para comunicarse no es sinónimo de mejores relaciones interpersonales. Si bien hoy en día es muy fácil ponerse en contacto con alguien que está a miles de kilómetros de distancia, eso no significa que compartamos más nuestras verdaderas necesidades, que nos comprendamos más, que nos ayudemos más. Solamente evidencia eso: que comunicarse hoy es muy sencillo.
Los críticos de Facebook ridiculizan el carácter de “amigos” que tienen los contactos personales. Y tienen razón: es un título pretencioso, irreal. Pero se equivocan en atribuirle las a las redes sociales unos efectos que no tienen. Primero, sólo los ingenuos creen que realmente tienen el número de amigos que aparecen en su perfil. Segundo, la actitud que dejan ver las fotos en las que sólo hay risas y felicidad extasiante no me parece tan diferente de la hipocresía que muchos asumen en el trato personal. Además, con Facebook o sin él, nadie toma fotos en los velorios.
Juan Gabriel Vásquez le atribuye a las redes sociales un ruido permanente, que no sería otra cosa que el mensaje constante y narcisista de las personas por llamar la atención y ser tenidos en cuenta. Sin embargo, ignora que, así como hay gente que se mantiene conectado todo el día, otros la consultan ocasionalmente: para distraerse, para enterarse de los demás, para matar el ocio. Ociosos hay por doquier, y hasta peligrosos, por supuesto, y la imprudencia de algunos los lleva a publicar información confidencial o a subir fotos íntimas. Personalmente, me molestan quienes exhiben su vida íntima (aquellos que publican fotos besándose con la novia, o posando como modelos de revista). Pero la misma red tiene la forma de darle un lugar a los exhibicionistas, a quienes actualizan su estado con un “estoy solita”, “me siento deprimido”, o con frases semi-autistas que sólo entiende una persona en un universo de cientos: Se los ignora, y ya.
La crítica más infundada que he leído de las redes sociales la escribió César Rodríguez: “su imposibilidad de pensar”. Creo todo lo contrario, que son muy útiles para compartir una lectura interesante, un vídeo llamativo o una buena canción: sólo hay que poner el link. Asimismo, permiten pensar en voz alta, compartir pequeñas reflexiones, preocupaciones, comentarios u opiniones.
En la sociedad de la información, comunicarse es una posibilidad instantánea y cada vez más al alcance de todos. Creo que hoy las personas sienten una mayor necesidad de comunicarse y expresarse, pues vivimos en sociedades anónimas e impersonales. Para analizar los efectos de las redes sociales, la pregunta debe centrarse en qué es lo que se comunica, y no sólo en el medio para hacerlo. Transmitir buena información y comunicarse más son posibilidades de Facebook. Saber en qué andan los familiares, los conocidos, los antiguos compañeros, los amigos, los colegas, los alumnos, es otra. En cualquier caso, no creo que Facebook sea bueno o malo, como no es bueno o malo el portátil, el celular o el iPod. Depende cómo, y en qué se utilice.
Apostilla: Detener para investigar: una costumbre de la Corte Suprema que empieza a mostrar su arbitrariedad. El caso de Carlos García Orjuela es elocuente, y vergonzoso. ¿Quién responde?
Publicado en El Mundo, Medellín, 7 de octubre de 2010.
Bogotá, 4 de octubre de 2010.
Facebook evidencia una paradoja de nuestro tiempo: la mayor interconexión y la facilidad para comunicarse no es sinónimo de mejores relaciones interpersonales. Si bien hoy en día es muy fácil ponerse en contacto con alguien que está a miles de kilómetros de distancia, eso no significa que compartamos más nuestras verdaderas necesidades, que nos comprendamos más, que nos ayudemos más. Solamente evidencia eso: que comunicarse hoy es muy sencillo.
Los críticos de Facebook ridiculizan el carácter de “amigos” que tienen los contactos personales. Y tienen razón: es un título pretencioso, irreal. Pero se equivocan en atribuirle las a las redes sociales unos efectos que no tienen. Primero, sólo los ingenuos creen que realmente tienen el número de amigos que aparecen en su perfil. Segundo, la actitud que dejan ver las fotos en las que sólo hay risas y felicidad extasiante no me parece tan diferente de la hipocresía que muchos asumen en el trato personal. Además, con Facebook o sin él, nadie toma fotos en los velorios.
Juan Gabriel Vásquez le atribuye a las redes sociales un ruido permanente, que no sería otra cosa que el mensaje constante y narcisista de las personas por llamar la atención y ser tenidos en cuenta. Sin embargo, ignora que, así como hay gente que se mantiene conectado todo el día, otros la consultan ocasionalmente: para distraerse, para enterarse de los demás, para matar el ocio. Ociosos hay por doquier, y hasta peligrosos, por supuesto, y la imprudencia de algunos los lleva a publicar información confidencial o a subir fotos íntimas. Personalmente, me molestan quienes exhiben su vida íntima (aquellos que publican fotos besándose con la novia, o posando como modelos de revista). Pero la misma red tiene la forma de darle un lugar a los exhibicionistas, a quienes actualizan su estado con un “estoy solita”, “me siento deprimido”, o con frases semi-autistas que sólo entiende una persona en un universo de cientos: Se los ignora, y ya.
La crítica más infundada que he leído de las redes sociales la escribió César Rodríguez: “su imposibilidad de pensar”. Creo todo lo contrario, que son muy útiles para compartir una lectura interesante, un vídeo llamativo o una buena canción: sólo hay que poner el link. Asimismo, permiten pensar en voz alta, compartir pequeñas reflexiones, preocupaciones, comentarios u opiniones.
En la sociedad de la información, comunicarse es una posibilidad instantánea y cada vez más al alcance de todos. Creo que hoy las personas sienten una mayor necesidad de comunicarse y expresarse, pues vivimos en sociedades anónimas e impersonales. Para analizar los efectos de las redes sociales, la pregunta debe centrarse en qué es lo que se comunica, y no sólo en el medio para hacerlo. Transmitir buena información y comunicarse más son posibilidades de Facebook. Saber en qué andan los familiares, los conocidos, los antiguos compañeros, los amigos, los colegas, los alumnos, es otra. En cualquier caso, no creo que Facebook sea bueno o malo, como no es bueno o malo el portátil, el celular o el iPod. Depende cómo, y en qué se utilice.
Apostilla: Detener para investigar: una costumbre de la Corte Suprema que empieza a mostrar su arbitrariedad. El caso de Carlos García Orjuela es elocuente, y vergonzoso. ¿Quién responde?
Publicado en El Mundo, Medellín, 7 de octubre de 2010.
Bogotá, 4 de octubre de 2010.
Comentarios
y con respecto a la apostilla: efectivamente la CORTE ES UNA VERGÜENZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!