De Uribe a Santos

Para el análisis, tenemos hasta ahora, 8 años de gobierno de Uribe, y gestos, nombramientos y discursos de Santos. Por eso, con la provisionalidad que eso trae consigo, voy a aventurar algunas semejanzas y diferencias entre el estilo de gobernar de los dos presidentes.
Algunos columnistas han asociado la diferencia debido básicamente al origen regional. Uribe, más campesino, desabrochado e impulsivo significa sobre todo un estilo personalista de gobernar. Peleador, camorrero, frentero. Una despistada columnista atribuía esto a un estilo “machista”, pues como se sabe, la ideología de género pretende explicarlo todo. Otro comentarista, pensando con el deseo, pontificaba: “se cierra la finca y se abre la oficina”, y elogiaba el carácter dinástico de Santos (¿?).

Además de odiosas y esnobistas, este tipo de comparaciones son simplistas. Somos un país de regiones. Pero ni el epicentro del país es el Parque de la 93, ni “bogotanizarse” más le garantizará a Santos el éxito. En la campaña se vio todo lo contrario. Al fin y al cabo, Colombia, a diferencia de otros países excesivamente centralistas, es mucho más que su capital. El estilo franco y frentero de Uribe gustaba porque para muchos ciudadanos la política es la comedia de decir mentiras y darse abrazos falsos, de paso, ignorando a los electores, salvo en época de campaña. Parte de la popularidad uribista se explica por su capacidad de sintonizarse con el ciudadano de a pié, con la gente sencilla, a la que no le daba asco estrecharle la mano. Algunos formadores de opinión desprecian esto porque les parece ordinario, guache o “lobo”. Pero, más allá del estilo de Uribe, hay elementos en la forma de hacer política que cambiarán. Ése es un mensaje que el país ilustrado debería entender.

Otros, en un análisis más académico interpretan el paso de la legitimidad carismática a la legitimidad racional e institucional, es decir, del caudillo neopopulista al gerente tecnócrata. Uno y otro tienen sus falencias. Si bien Uribe tenía ministros de bajo perfil y con poca autonomía, también la tecnocracia y el excesivo apego a los canales institucionales puede hacer andar a paso lento al Gobierno y promover la burocracia. Es muy probable que una de las principales fortalezas del gobierno que empieza sea el estilo gerencial y resultadista, y por eso, a diferencia de lo que ocurría en la administración pasada, tendremos más gobierno que presidente.

Pero esta no es una fórmula mágica. Santos seguramente apelará al estilo uribista cuando su popularidad decaiga. En la campaña mostró que es muy hábil para valerse de la figura de su ex jefe para arañar popularidad. Y si bien no heredará ciertas disputas que tenían un tinte muy personal, aquella idea de “no reconozco enemigos en la política nacional ni en las relaciones internacionales” suena bien en un discurso de victoria o en el de posesión, pero es ingenua y antipolítica. Santos sabe que la política conlleva hacer amigos y enemigos, quiéralo o no. De allí que la Unidad Nacional sea una consigna que pretende mayor gobernabilidad, y no una invitación ilusa al unanimismo ni a la ausencia de diferencias.

Por eso, las enemistades internas y externas, aparecerán. Seguramente las tramitará en forma menos temperamental e impulsiva que Uribe. Sin embargo, a pesar de que ya les tiró las primeras zanahorias a Correa, Chávez, y (en mala hora) a la Corte Suprema, conviene no soslayar el tono de firmeza de su discurso frente a la guerrilla y los países vecinos. Por ello, las diferencias serán de matices, pero habrá continuidad política e ideológica.

El de Santos será un gobierno más enfocado en la economía que en la seguridad; más gerencial, pero menos popular; más internacionalista, pero menos carismático. La sorpresa de los antiuribistas es que habrá más continuidad de la que esperan, pues en la política, el estilo no es lo más importante.

Apostilla: ¿No es muy poco serio que un magistrado de la Corte Suprema haga una denuncia pública inverosímil, ante los medios de comunicación, y sin nombres propios? Es asombroso el esfuerzo de la propia Corte por perder credibilidad. ¿Quién les pide cuentas y los investiga?

Publicado en El Mundo, Medellín, 12 de agosto de 2010.

Bogotá, 10 de agosto de 2010.

Comentarios

Anónimo dijo…
Muy bien escrito su artículo, coincidimos en todo, esperemos que estos 4 años que vienen sean de mucha properidad para todos en Colombia.
Realmente la credibildad de la corte cada vez está más desgastada!
ElAlispruz dijo…
Iván: Bastante interesante la reflexión. Creo que, si bien no soy Uribista, la ventaja que tenía Uribe sobre los presidentes que he conocido es que no era de la política tradicional: una política de burócratas encerrados en Bogotá. El estilo paisa, aunque un poco desde una paternidad mal entendida, le daba a Uribe ciertos puntos conmigo. Santos es de esa misma "política" tradicional más aún por la familia a la que pertenece. La verdad no espero nada de él, ni de ningún político...

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