Entre los creyentes. Un viaje por el Islam, de V.S. Naipaul
Aunque editorialmente no es usual que la traducción de un libro se publique casi veinte años después de su publicación en el idioma original, en realidad, no lo es tanto si se tiene en cuenta la temática del mismo. Entre los creyentes. Un viaje por el Islam tiene como objeto de estudio el mundo musulmán y está escrito en forma de relato de viaje, es decir, se trata de una crónica en la que el escritor y protagonista describe su travesía por Irán, Pakistán, Malasia e Indonesia, naciones que experimentaron a fines de los setenta y comienzos de los ochenta un influyente proceso de islamización de la vida y la cultura toda. En el contexto del amplio impacto que han alcanzado en los últimos años los hechos políticos originados en el islam, y además, por cuenta de los importantes flujos migratorios que se han producido desde estas sociedades hacia los países occidentales, la publicación de este libro es oportuna, y contribuye a un mayor conocimiento de la religión y cultura simbolizada en la media luna.
Entre los creyentes. Un viaje por el Islam, de V.S. Naipaul, fue escrito entre agosto de 1979 y febrero de 1981, es decir, el autor comienza su viaje por algunos de los países más representativos del mundo islámico unas semanas después de que en la República de Irán ocurriera la revolución de 1979, la cual trajo consigo, entre otras cosas, la llegada al poder del Ayatolá Jomeini, y supuso la adopción oficial del islam por parte del Estado iraní. Por cuenta de este proceso de reislamización fueron ascendiendo al poder grupos islamistas –algunos de ellos radicales– cuyo común denominador es la adaptación política y jurídica de la sharia o ley islámica, y configurar así, desde arriba, una sociedad de fieles o creyentes.
Evidentemente, la actitud agnóstica de un escritor como Naipaul, nacido en Trinidad pero cuya exitosa carrera literaria ha trascurrido en Inglaterra (es decir, que es básicamente un occidental), influye en la forma como son descritos los fenómenos observados en dichos países. Cierto escepticismo y racionalismo subyacen a la perspectiva de Naipaul, lo que, por lo demás, se acentúa en la comprensión de una religión que tiene un decisivo componente voluntarista. En la perspectiva racionalista occidental del autor está, a mi juicio, una de las claves de lectura más interesantes del libro, que llevan al escritor a deslizar una sutil crítica al universo musulmán: “De esta manera, la fe lo invade todo, y es posible comprender a qué se refieren los fundamentalistas cuando aseguran que el islam es un modo de vida completo, pero lo que se dice del islam también es cierto, y quizás más cierto, de otras religiones, como el hinduismo, el budismo o religiones tribales menores que en una primera etapa de su historia eran también culturas plenas, independientes y más o menos aisladas, con instituciones, costumbres y creencias que formaban un todo. El deseo del islam fundamentalista consiste en intentar volver a ese todo, para ellos un todo divino, pero con la fe como único instrumento: el credo, las prácticas y los ritos religiosos. Es como un deseo, con la supresión o la limitación del intelecto y la falsificación del sentido histórico, de intentar volver de lo abstracto a lo concreto y de erigir de nuevo las barreras tribales” (pp. 206-207).
En este sentido, el escritor viajero trata de captar el fundamentalismo que subyace a ciertas expresiones islámicas: “La fe empujaba la gente a los extremos. Con el Corán y las tradiciones como única guía, nadie podía tener la certeza de ser lo suficientemente buen musulmán; nadie podía estar seguro de haberse sometido por completo a Alá ni de haberse librado enteramente del egoísmo” (p. 475), concluye. Esa tendencia al extremo, al rigor y al radicalismo es lo que llaman la atención de Naipaul. Estos elementos, que para un occidental pueden ser desaconsejables como vector de vida, en sociedades rurales y profundamente tradicionales como las que el premio Nobel de Literatura visitó, son aplaudidas y promovidas por el poder político. Así por ejemplo, de Pakistán escribe que “había personas […] que habían llevado la fe hasta el límite. Para ellas el islam significaba algo más que un conjunto de creencias; tenía que convertirse en país, cultura, identidad; había que servir a su causa a toda costa, tanto del individuo como del propio Estado” (p. 466).
El fundamentalismo descrito en Entre los creyentes. Un viaje por el Islam se basa en una interpretación literal del Corán, el texto sagrado de los musulmanes, y de la pretensión de trasladar literalmente sus mandatos al ámbito social, político y jurídico. De este modo, en “el islam, y especialmente en el islam de los fundamentalistas, el precedente lo es todo. Los principios del Profeta –inspirados en el Corán y en las tradiciones reconocidas– se aplican a todas las épocas y pueden ampliarse a todas las disciplinas” (p. 206).
En su extenso periplo, V.S. Naipaul se encuentra con sociedades rurales, caóticas, poco industrializadas y menos modernas que las que actualmente se pueden visitar en estas mismas naciones. Allí encuentra creyentes sinceros, hombres sencillos, en su mayoría, o dirigentes que sobredimensionan el peso mundial que tiene su revolución. En suma, encuentra musulmanes cuya preocupación fundamental es servir a Alá. Pues lo demás, están convencidos sin asomo de duda, viene por añadidura.
Bogotá, 25 de junio de 2010.
Entre los creyentes. Un viaje por el Islam, de V.S. Naipaul, fue escrito entre agosto de 1979 y febrero de 1981, es decir, el autor comienza su viaje por algunos de los países más representativos del mundo islámico unas semanas después de que en la República de Irán ocurriera la revolución de 1979, la cual trajo consigo, entre otras cosas, la llegada al poder del Ayatolá Jomeini, y supuso la adopción oficial del islam por parte del Estado iraní. Por cuenta de este proceso de reislamización fueron ascendiendo al poder grupos islamistas –algunos de ellos radicales– cuyo común denominador es la adaptación política y jurídica de la sharia o ley islámica, y configurar así, desde arriba, una sociedad de fieles o creyentes.
Evidentemente, la actitud agnóstica de un escritor como Naipaul, nacido en Trinidad pero cuya exitosa carrera literaria ha trascurrido en Inglaterra (es decir, que es básicamente un occidental), influye en la forma como son descritos los fenómenos observados en dichos países. Cierto escepticismo y racionalismo subyacen a la perspectiva de Naipaul, lo que, por lo demás, se acentúa en la comprensión de una religión que tiene un decisivo componente voluntarista. En la perspectiva racionalista occidental del autor está, a mi juicio, una de las claves de lectura más interesantes del libro, que llevan al escritor a deslizar una sutil crítica al universo musulmán: “De esta manera, la fe lo invade todo, y es posible comprender a qué se refieren los fundamentalistas cuando aseguran que el islam es un modo de vida completo, pero lo que se dice del islam también es cierto, y quizás más cierto, de otras religiones, como el hinduismo, el budismo o religiones tribales menores que en una primera etapa de su historia eran también culturas plenas, independientes y más o menos aisladas, con instituciones, costumbres y creencias que formaban un todo. El deseo del islam fundamentalista consiste en intentar volver a ese todo, para ellos un todo divino, pero con la fe como único instrumento: el credo, las prácticas y los ritos religiosos. Es como un deseo, con la supresión o la limitación del intelecto y la falsificación del sentido histórico, de intentar volver de lo abstracto a lo concreto y de erigir de nuevo las barreras tribales” (pp. 206-207).
En este sentido, el escritor viajero trata de captar el fundamentalismo que subyace a ciertas expresiones islámicas: “La fe empujaba la gente a los extremos. Con el Corán y las tradiciones como única guía, nadie podía tener la certeza de ser lo suficientemente buen musulmán; nadie podía estar seguro de haberse sometido por completo a Alá ni de haberse librado enteramente del egoísmo” (p. 475), concluye. Esa tendencia al extremo, al rigor y al radicalismo es lo que llaman la atención de Naipaul. Estos elementos, que para un occidental pueden ser desaconsejables como vector de vida, en sociedades rurales y profundamente tradicionales como las que el premio Nobel de Literatura visitó, son aplaudidas y promovidas por el poder político. Así por ejemplo, de Pakistán escribe que “había personas […] que habían llevado la fe hasta el límite. Para ellas el islam significaba algo más que un conjunto de creencias; tenía que convertirse en país, cultura, identidad; había que servir a su causa a toda costa, tanto del individuo como del propio Estado” (p. 466).
El fundamentalismo descrito en Entre los creyentes. Un viaje por el Islam se basa en una interpretación literal del Corán, el texto sagrado de los musulmanes, y de la pretensión de trasladar literalmente sus mandatos al ámbito social, político y jurídico. De este modo, en “el islam, y especialmente en el islam de los fundamentalistas, el precedente lo es todo. Los principios del Profeta –inspirados en el Corán y en las tradiciones reconocidas– se aplican a todas las épocas y pueden ampliarse a todas las disciplinas” (p. 206).
En su extenso periplo, V.S. Naipaul se encuentra con sociedades rurales, caóticas, poco industrializadas y menos modernas que las que actualmente se pueden visitar en estas mismas naciones. Allí encuentra creyentes sinceros, hombres sencillos, en su mayoría, o dirigentes que sobredimensionan el peso mundial que tiene su revolución. En suma, encuentra musulmanes cuya preocupación fundamental es servir a Alá. Pues lo demás, están convencidos sin asomo de duda, viene por añadidura.
Bogotá, 25 de junio de 2010.

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