Abril rojo
En la vida intelectual también existen modas. Quien lo duda. A veces cuando se escucha, se ve y se lee tanta promoción de algún autor o de un libro dan ganas de leerlo, aunque sea por curiosidad y para verificar por uno mismo qué tanto hay de propaganda o de veracidad.
Así, confieso que con esta motivación adquirí hace unas semanas la última novela ganadora del premio Alfaguara, Abril rojo, del escritor peruano Santiago Roncagliolo.
Soy muy escéptico con los premios literarios -incluído el Nobel- pues me parece que la mayoría de las veces son promoción de las mismas editoriales -con esto no estoy diciendo nada nuevo- y que generalmente se premia la visión de las cosas que se considera políticamente correcta.
Así por ejemplo, en esta erotización mediática y social en la que vivimos, no es difícil encontrarse con referencias explícitas y descripciones de asuntos sexuales a veces demasiado extensos y en un tono que chocan con la sensibilidad literaria. Aún no entiendo bien el fenómeno.
Hace un tiempo, el autor de "La pesca del delfín" me decía por correo electrónico que eso para él era la forma de mostrar que el personaje es más real... No se si solo sea eso.
Pero bueno, mi propósito es contarles un poco de Abril rojo.
En la trama de la novela se mezclan varios elementos de la historia y la cultura del Perú: el terrorismo de Sendero Luminoso, la religiosidad popular católica, el deseo de ascender profesionalmente de un fiscal distrital, la corrupción de las fuerzas militares, entre otras cosas, así como situaciones cotidianas: enamoramientos, asesinatos, temores y esperanzas de cualquier ser humano.
La novela trata de desvelar la incógnita de si el terrorismo de Sendero sigue vivo en un lejano poblado del Perú -Huamanga- y en las zonas que estuvieron sometidas a su imperio.
La trama se desenvuelve desde los ojos del fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar quien se debate entre su soledad atenuada por el recuerdo-fantasma de la presencia de su madre, y sus deseos de hacer las cosas bien, esto es, honestamente, en un entorno en el cual ronda la corrupción y lo hacen ver como un "bicho raro".
Interesante del relato de Roncagliolo, que no sucumbe a mostrar despectivamente la religiosidad popular de un poblado que vive la Semana Santa como una fiesta de fe en la que también se mezclan los elementos turísticos y ajenos a la misma, tan comunes en nuestras sociedades.
No contaré el desenvolvimiento de la historia, pero creo que vale la pena leerla. No esperen una descprición al estilo Dostoyevsky de los dilemas del alma de Chalcatana ni tampoco una profundidad particular para describir las situaciones que repasa el autor.
Creo que su fuerte es la descripción simple de unas situaciones inquietantes que ocurren en la periferia del Perú pero que no se publicitan en los medios urbanos. Por supuesto dan mucho para pensar.
La novela no solo está bien escrita y mantiene al lector a la expectativa, sino que además me parece que retrata ese Perú que quisiéramos cambiar, y nos recuerda el temor y el miedo que suscita el mal exacerbado del terrorismo. Un mal que sigue presente en muchos lugares del globo con distintos rostros: no solo en la forma de los atentados de Al Qaeda sino también en los cilindros-bombas y secuestros de las Farc colombianas, en el interminable genocidio palestino-israelí y las violaciones, asaltos, incursiones en las casas y demás a las que estamos expuestos todos los días quienes seguimos esperando que este pesado Leviatán cumpla por lo menos con la función principal que se le ha reconocido desde hace siglos: mantener la tranquilidad y la seguridad de los ciudadanos.
Ojalá que, como en los poblados en los que se recrea Abril rojo la gente no calle y haga como que no pasa nada.
Arequipa, 3 de Julio de 2006.
Así, confieso que con esta motivación adquirí hace unas semanas la última novela ganadora del premio Alfaguara, Abril rojo, del escritor peruano Santiago Roncagliolo.
Soy muy escéptico con los premios literarios -incluído el Nobel- pues me parece que la mayoría de las veces son promoción de las mismas editoriales -con esto no estoy diciendo nada nuevo- y que generalmente se premia la visión de las cosas que se considera políticamente correcta.
Así por ejemplo, en esta erotización mediática y social en la que vivimos, no es difícil encontrarse con referencias explícitas y descripciones de asuntos sexuales a veces demasiado extensos y en un tono que chocan con la sensibilidad literaria. Aún no entiendo bien el fenómeno.
Hace un tiempo, el autor de "La pesca del delfín" me decía por correo electrónico que eso para él era la forma de mostrar que el personaje es más real... No se si solo sea eso.
Pero bueno, mi propósito es contarles un poco de Abril rojo.
En la trama de la novela se mezclan varios elementos de la historia y la cultura del Perú: el terrorismo de Sendero Luminoso, la religiosidad popular católica, el deseo de ascender profesionalmente de un fiscal distrital, la corrupción de las fuerzas militares, entre otras cosas, así como situaciones cotidianas: enamoramientos, asesinatos, temores y esperanzas de cualquier ser humano.
La novela trata de desvelar la incógnita de si el terrorismo de Sendero sigue vivo en un lejano poblado del Perú -Huamanga- y en las zonas que estuvieron sometidas a su imperio.
La trama se desenvuelve desde los ojos del fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar quien se debate entre su soledad atenuada por el recuerdo-fantasma de la presencia de su madre, y sus deseos de hacer las cosas bien, esto es, honestamente, en un entorno en el cual ronda la corrupción y lo hacen ver como un "bicho raro".
Interesante del relato de Roncagliolo, que no sucumbe a mostrar despectivamente la religiosidad popular de un poblado que vive la Semana Santa como una fiesta de fe en la que también se mezclan los elementos turísticos y ajenos a la misma, tan comunes en nuestras sociedades.
No contaré el desenvolvimiento de la historia, pero creo que vale la pena leerla. No esperen una descprición al estilo Dostoyevsky de los dilemas del alma de Chalcatana ni tampoco una profundidad particular para describir las situaciones que repasa el autor.
Creo que su fuerte es la descripción simple de unas situaciones inquietantes que ocurren en la periferia del Perú pero que no se publicitan en los medios urbanos. Por supuesto dan mucho para pensar.
La novela no solo está bien escrita y mantiene al lector a la expectativa, sino que además me parece que retrata ese Perú que quisiéramos cambiar, y nos recuerda el temor y el miedo que suscita el mal exacerbado del terrorismo. Un mal que sigue presente en muchos lugares del globo con distintos rostros: no solo en la forma de los atentados de Al Qaeda sino también en los cilindros-bombas y secuestros de las Farc colombianas, en el interminable genocidio palestino-israelí y las violaciones, asaltos, incursiones en las casas y demás a las que estamos expuestos todos los días quienes seguimos esperando que este pesado Leviatán cumpla por lo menos con la función principal que se le ha reconocido desde hace siglos: mantener la tranquilidad y la seguridad de los ciudadanos.
Ojalá que, como en los poblados en los que se recrea Abril rojo la gente no calle y haga como que no pasa nada.
Arequipa, 3 de Julio de 2006.
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