Talante, esa es la diferencia
Paloma Valencia escribió que los más satisfechos con Santos son quienes no votaron por él. Es decir, que quienes votaron por él, estarían arrepentidos, Y es verdad. Yo mismo me arrepentí de haberle votado, y no volvería a hacerlo. Aunque mi voto no fue entusiasta, lo hice porque prometió continuidad con las políticas exitosas del gobierno Uribe. Bueno, y recuerden los cánticos de los mockusianos… Sin embargo, Santos está haciendo precisamente todo lo contrario. Hace rato lo sabemos.Pero no se trata sólo de políticas de gobierno. De hecho, algunos objetan que no hay mayor diferencia entre los dos gobiernos. Y ciertamente, en algunos temas, como los económicos, dicho diagnóstico puede ser cierto. Sin embargo, la diferencia de talante es abismal. Y lo personal, en política, es casi todo.
En el campo de la seguridad, Santos refleja un estilo dubitativo y de reacciones tardías. Aunque la guerrilla está envalentonada, y las Bacrim están haciendo de las suyas en varias regiones del país, aún no sabemos qué estrategias se están implementando para no retroceder en lo que se había ganado. Los recientes secuestros en la vía Medellín-Bogotá –de los que casi nadie habló– son elocuentes. Santos no lidera ni alienta, no tiene el carisma de su antecesor. Quienes tanto criticaban el exceso de legitimidad carismática del gobierno anterior, podrían explicarnos ahora las ventajas de tener un presidente de estilo aristócrata y distante, que da la impresión de ser insensible ante los problemas que aquejan a la población.
En el campo diplomático, no se trata de asumir una permanente confrontación con los vecinos, pero preocupa el silencio cómplice ante los desplantes de sus nuevos mejores amigos. Preocupa que, so pretexto de las buenas relaciones, se sacrifiquen caros intereses nacionales.
Un logro del gobierno anterior fue politizar a la ciudadanía. ¿No era preferible el país supuestamente polarizado en el que se discutía apasionadamente de la política nacional, que la indiferencia y apatía políticas que se notan cada vez más? Uribe utilizó los medios de comunicación para mantener viva la controversia democrática y el respaldo a las políticas gubernamentales. Incluso, la feroz crítica de la opinión publicada en los últimos años promovió un ejercicio dialéctico interesante.
Por el contrario, este presidente recurre a los medios como si aún fuera periodista: anuncia futuros escándalos de los que después no se vuelve a hablar (léase, la salud), informa sobre futuros ataques de la guerrilla, envía mensajes cifrados a ciertos sectores de la sociedad sin identificarlos. Y lo peor es que mientras editorializa sobre el técnico de la selección de fútbol, atiende personalmente ciertos problemas del país mucho tiempo después de que ocurren.
Hemos pasado de un adicto al trabajo y micro-gerente, a un político frívolo, rodeado de altos consejeros, al que se le suele ver relajado, y cuyas actividades públicas aparecen cada vez más en las páginas sociales. Alguien a quien le preocupa “hacer el oso” jugando al golf con Bill Clinton. En un país con tantos problemas estructurales, la frivolidad presidencial es irritante, pero quizás no tanto como el espíritu camaleónico y oportunista de quien quiere quedar bien con todos, negociando sus principios, alguien que anuncia grandes reformas porque se cree estadista, y con el correr de las semanas éstas se reducen a “reformitas” inocuas (léase, la justicia).
Ojalá se refuerce, institucionalice y visibilice más la oposición que el uribismo le está haciendo a este gobierno. Por lo menos, para que algunos incautos no sigan pensando que vamos bien porque no estamos como (nos dijeron que estábamos) antes.
Publicado en El Mundo, Medellín, 30 de marzo de 2012.
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