Secularización y nihilismo. Cristianismo y cultura contemporánea

El conjunto de trabajos que conforman el libro Secularización y nihilismo. Cristianismo y cultura contemporánea del profesor Massimo Borghesi se ocupan de temas muy sugerentes para la reflexión y el debate contemporáneo. Se puede decir que aunque su hilo conductor es el estudio de la secularización y la forma como el cristianismo se sitúa frente a la misma, el autor también se refiere a la relación entre la fe y la razón, a la polémica del siglo XX sobre la distinción de lo natural y lo sobrenatural, y a algunos aspectos de la obra de Romano Guardini.

El texto plantea algunos ejes que permiten comprender histórica y filosóficamente el fenómeno de la secularización y que vienen a refrescar el debate sobre el tema. Básicamente, para Borghesi la secularización guarda continuidad con la gnosis antigua. Ello explicaría porqué el pensamiento moderno y el posmoderno han construido sustitutos del sentido y de la salvación que fueron dotados de un significado inmanente y antirreligioso aunque fueran asumidos de la tradición cristiana.

La posmodernidad concebida como la etapa final de la secularización moderna señala el camino de una comprensión en la que aquella se estructura a partir de un nihilismo satisfecho de raíz nietzscheana, manifestándose en talante lúdico –que no dramático–que tiene como consigna acotar los aspectos incómodos de lo real. En este sentido, un aspecto sugerente es la relación que el autor encuentra entre la forma mentis posmoderna y los planteamientos de Joaquín de Fiore, quien con su ‘Edad del Espíritu’ constituye, según De Lubac, el modelo de la secularización moderna.

El ensayo “Cristianismo y cultura” es particularmente sugerente. Allí, el profesor de la Universidad de Perugia toma como referencia el encuentro del cristianismo con la cultura clásica griega, en el cual se dio un fecundo diálogo en el que las pautas de comprensión mutua se establecieron primero en el plano filosófico, y después en los aspectos religiosos, toda vez que la filosofía griega, en su búsqueda de Dios, ya representaba una autocrítica de su tradición religiosa. En nuestro tiempo, el paganismo vuelve a tener relevancia puesto que los cristianos viven como si fuesen paganos. A juicio de Borghesi, la evangelización de la cultura debe recuperar el interrogante sobre el ser que sigue latente en la cultura actual y que clama por una relación personal y dialógica –como lo vio Buber y Lévinas–. Para el profesor italiano, esta relación tiene como punto de apoyo la estética entendida como realidad que atrae y remite a Dios. El gran arte leído como epifanía de lo bello allana el camino hacia la contemplación del bien y la verdad. De allí que un nihilista y pesimista irredimible como Cioran pueda exclamar: “Cuando escuchas a Bach, ves nacer a Dios. Su obra es generadora de divinidad. Después de un ‘oratorio’, una ‘cantata’ o una ‘Pasión’ es necesario que Él exista”. Borghesi ve en el arte una suerte de antídoto contra el culto de lo feo y lo horrible que caracteriza la tendencia gnóstico–nihilista de la posmodernidad. Por eso, apunta que el arte abre un pedazo de cielo sobre un mundo cubierto de densa niebla, y permite vislumbrar un relámpago de redención sobre una tierra aparentemente abandonada.

En un contexto como el actual marcado por el agnosticismo funcional y el nihilismo lúdico frente a la existencia, la perspectiva de este filósofo de la religión es muy interesante, y sin duda, este libro reviste gran actualidad. Sin embargo, en la primacía de la estética como vía de la fe cristiana se asoman dos riesgos: que la experiencia estética devenga en subjetivismo, y que ante la conmoción por el arte y la belleza, la persona no trascienda al conocimiento de la verdad y a la realización del bien. Como Cioran.

Bogotá, 21 de enero de 2009.

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