LA REVOLUCIÓN DE DIOS EN EL CONTINENTE DE LA ESPERANZA

“¿Son "realidad" sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos?” se preguntaba Benedicto XVI en el Discurso de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se inició el domingo 13 en Aparecida, Brasil. “Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios”.

A mi juicio, la clave de interpretación de la visita del Santo Padre a tierras latinoamericanas está en sus propias palabras, leídas íntegramente para situar su sentido y evitar la descontextualización. El núcleo de tales palabras creo hallarlo en la convicción de que la Iglesia tiene el deber de anunciar fielmente el Evangelio de Jesucristo al mundo contemporáneo, del cual se desprenden verdades fundamentales para la vida personal, social, cultural y política, y que, en la medida que esas verdades se hagan vida, América Latina será el Continente de la Esperanza.

En varias ocasiones, el Papa ha reiterado la llamada universal a la santidad desde la propia condición de vida, ha insistido en un laicado más participativo en la vida pública, ha recordado que la Iglesia no hace política ni se confunde con las opciones partidarias e ideológicas, y ha puesto de manifiesto las raíces cristianas de estas tierras como una huella histórica así como un desafío. Ello nos sitúa lejos de un retorno a las religiones precolombinas así como en las antípodas de interpretaciones ideologizadas del Evangelio –fáciles milenarismos que demostraron estar errados, dijo en el avión– que al estar signadas por el conflicto y la desnaturalización del mensaje de Jesús suponen un retroceso que inmoviliza la cultura en vez de transformarla y purificarla.
En síntesis, en sus distintas intervenciones Benedicto XVI ha insistido en las claves para la nueva evangelización del continente.

En ese sentido, el Papa recalcó el valor del sacramento del matrimonio y de la familia como escuela de la fe y del amor. La castidad, la fidelidad conyugal, la formación y el cuidado de los hijos hacen parte de la que llamó significativamente “patrimonio de la humanidad”. A los jóvenes, a quienes se dirigió en varias ocasiones, los exhortó en forma sugestiva a vivir responsablemente asumiendo el reto de ser cristianos en un mundo hedonista y secularizado, enfatizando que ellos no temen al sacrificio sino a una vida sin sentido.

Los medios de comunicación han seguido la visita del Papa día a día, destacando sobretodo y como es su usanza, las presuntas interpretaciones políticas de sus gestos y palabras. La impresión que dejan en muchas oportunidades los medios del mensaje del Papa es que es meramente reactivo y hasta monotemático: solo “condenas” morales. Con lo acaecido en esta visita pareciera que tal sesgo está en los periodistas, y no en el mensaje mismo del Pontífice. Por ejemplo, en el avión que lo condujo desde Roma hasta San Pablo los periodistas preguntaron insistentemente por el asunto de la despenalización del aborto en la Ciudad de México… ¡a pesar de que no iba a visitar México!

De la lectura atenta de los distintos discursos y homilías, se puede concluir que en la visita de Benedicto XVI a Brasil hubo sobre todo anuncio y proclamación del Evangelio como el fundamento para iluminar las distintas situaciones y problemas del hombre latinoamericano, no al revés. Por eso algunos se han preguntado, ¿por qué no ha habido referencias más específicas y hasta coyunturales a los problemas de América Latina?
Los latinoamericanos tenemos debilidad por las soluciones mágicas, y quizás, de alguna manera siempre las estamos esperando.

Pero el Papa, como sacerdote, pastor y Vicario de Cristo en la tierra, es ante todo un hombre de Dios. Allí reside la fuerza de sus palabras: en la conciencia de que la revolución verdadera es la de la santidad. La canonización del fraile franciscano brasileño Frei Galvão, ha sido el icono de tal certeza. Por ello se ha permitido recordar lo que dijera en Colonia en 2005: “los santos son los verdaderos reformadores, solo de los santos, solo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo”.

Buenos Aires, 15 de mayo de 2007.

(Foto tomada del sitio www.visitadopapa.org.br)

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